Juan 6:25-36
“Y hallándole al otro lado del
mar, le dijeron: Rabí, ¿cuándo llegaste acá? Respondió Jesús y les dijo: De
cierto, de cierto os digo que me buscáis, no porque habéis visto las señales,
sino porque comisteis el pan y os saciasteis. Trabajad, no por la comida que
perece, sino por la comida que a vida eterna permanece, la cual el Hijo del
Hombre os dará; porque a éste señaló Dios el Padre. Entonces le dijeron: ¿Qué
debemos hacer para poner en práctica las obras de Dios? Respondió Jesús y les
dijo: Esta es la obra de Dios, que creáis en el que él ha enviado. Le dijeron
entonces: ¿Qué señal, pues, haces tú, para que veamos, y te creamos? ¿Qué obra
haces? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: Pan
del cielo les dio a comer. Y Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: No
os dio Moisés el pan del cielo, mas mi Padre os da el verdadero pan del cielo.
Porque el pan de Dios es aquel que descendió del cielo y da vida al mundo. Le
dijeron: Señor, danos siempre este pan. Jesús les dijo: Yo soy el pan de vida;
el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed
jamás. Mas os he dicho, que aunque me habéis visto, no creéis”.
Un misionero norteamericano que
se encontraba en África, se vio en dificultades mientras trataba de traducir el
Evangelio de Juan al dialecto local. No podía encontrar una palabra para
comunicar la idea de creer. Se esforzaba mucho, pero siempre tenía que dejar un
espacio en blanco cuando llegaba a esa palabra en particular. Un día, uno de
los nativos llegó al campamento corriendo y jadeando después de haber recorrido
una gran distancia con un mensaje muy importante. Una vez hubo contado su
historia, se desplomó completamente exhausto en una hamaca cercana. Dijo en voz
baja una breve frase que parecía expresar tanto su gran cansancio como su
satisfacción por encontrar tan exquisito lugar para relajarse. El misionero,
que nunca antes había escuchado esas palabras, preguntó a un indígena que sabia
inglés qué había dicho el que llegó corriendo. Oh, lo que él dijo es algo así
como “He llegado al final de mis fuerzas, por tanto echo aquí todo mi peso".
El misionero exclamó: “¡Bendito sea el Señor! Esa es la expresión que necesito
para la palabra creer”.
Creer, en el verdadero sentido de
la palabra, de la manera en que Dios espera que creamos, implica en primer
lugar admitir que somos pecadores, que no somos tan buenos y puros como
pensábamos y que además somos totalmente incapaces de hacer algo para salvarnos
a nosotros mismos. Habiendo llegado a esta conclusión, nos entregamos a Cristo
completamente y sin reservas, reconociendo que él es el único que puede
salvarnos, y echamos sobre él todas nuestras cargas.
Millones de personas en el mundo
dicen que creen. Realmente es fácil decir: “Yo creo”. Pero, en primer lugar,
¿en qué creen? No es solamente creer, sino en qué creer y en quién creer. Y
además, cual es "la razón" en la cual se basa el creer. ¿Es acaso fe?
¿Es “la convicción de lo que no se ve”? (Hebreos 11:1). Por ejemplo, en el
pasaje de hoy, Jesús se dirige a un grupo de judíos que le seguían. El Señor,
conociendo sus corazones, les dice que ellos lo buscaban a él no porque
hubiesen “visto las señales” y hubiesen creído, sino porque se habían saciado
de comida, es decir por su propia conveniencia. Y después les dice: “Yo soy el
pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no
tendrá sed jamás”. Más adelante, en este mismo capítulo, versículo 40, Jesús dice:
“Y esta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquél que ve al Hijo, y
cree en él, tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero”.
¿Crees tú en el Dios
todopoderoso? El único, el verdadero, el que es el mismo ayer, y hoy y por los
siglos: Cristo Jesús. ¿Y cómo crees en él? ¿De qué manera crees tú en Dios?
Muchos dicen: “Yo creo en Dios... a mi manera”. Pero sólo existe una manera de
creer, y es la que dice la
Biblia : Creer de todo corazón, sin la más mínima duda de que
Dios todo lo puede y no hay nada imposible para él. Y entonces dejarse caer en
sus brazos con absoluta confianza. El resultado será paz y descanso para el
alma.
ORACIÓN:
Bendito Dios, te doy gracias porque enviaste a tu Hijo para que todo
aquel que en él cree tenga vida eterna. Por favor, ayúdame a creer de todo
corazón, como es tu voluntad, para poder disfrutar a plenitud la vida abundante
que él vino a traernos. En el nombre de Jesús, Amén.
“Gracia y Paz”
Dios te Habla
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