Efesios 2:1-10
“Y él os dio vida a vosotros,
cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados, en los cuales
anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo, conforme al
príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de
desobediencia, entre los cuales también todos nosotros vivimos en otro tiempo
en los deseos de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de los
pensamientos, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás.
Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, aun
estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por
gracia sois salvos), y juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo
sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús, para mostrar en los siglos
venideros las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros
en Cristo Jesús. Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de
vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe. Porque
somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios
preparó de antemano para que anduviésemos en ellas.”
En el invierno del año 2000 hubo
una tormenta de hielo que golpeó el sureste de los Estados Unidos y dejó sin
energía eléctrica muchas áreas en esa parte del país. Debido a las peligrosas
condiciones de las carreteras, la mayoría de las personas se quedaron en casa
ese domingo por la mañana. Habían escuchado las predicciones de la tormenta e
hicieron preparativos para quedarse con sus familias. La mayoría de los
negocios cerraron. Muchas iglesias cancelaron sus reuniones. Pero una Iglesia
Bautista del Sur, decidió a último momento seguir adelante con el servicio
dominical. Con unas pocas velas, una escasa congregación cantó himnos a capela.
El pastor, inspirado por el
Espíritu Santo, predicó acerca del sacrificio de Cristo en la cruz del Calvario
con voz más fuerte de lo normal. Al final del breve culto, cuando hizo la
invitación, lo que pudo haber sido algo rutinario se convirtió en un poderoso
testimonio sobre la gracia de Dios. Del último banco se pararon dos hombres
vagabundos, que habían entrado al templo en busca de un poco de calor.
Caminaron lentamente hasta el frente donde, llorando, entregaron sus vidas a
Cristo. Allí declararon que durante muchos años habían estado sometidos al
alcohol, a las drogas y a la pobreza, viviendo en la calle y durmiendo en cajas
de cartón. A partir de ese momento la vida de ambos empezó a cambiar. Después
se hicieron miembros de la iglesia y allí sirvieron al Señor en diferentes
ministerios.
Aquí se manifestó de una manera
preciosa la “Gracia de Dios”. “Gracia” es el regalo inmerecido de Dios a favor
nuestro por medio de Jesucristo, quien murió en la cruz por nuestros pecados.
Debido al pecado original en el huerto del Edén, todos los seres humanos hemos
sido declarados pecadores y por lo tanto “destituidos de la gloria de Dios”
(Romanos 3:23). El pasaje de hoy dice que todos estábamos “muertos en nuestros
pecados”, por lo tanto no era posible que pudiéramos hacer algo para ganar la
salvación de nuestras almas. Romanos 3:24 afirma que todos los que creen en él,
son “justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en
Cristo Jesús” ¡Qué precioso regalo! ¡Salvación y vida eterna!
Esta es la gracia de Dios, la
cual está disponible para todas las personas. Así dice Tito 2:11: “Porque la
gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres”. Para
recibir este regalo, sólo es necesario creer de corazón “que Jesús es el Señor,
y que Dios le levantó de los muertos”, dice Romanos 10:9-10. Y Juan 3:16
declara que “de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito,
para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”.
Si no has aceptado a Jesucristo
como tu salvador personal, ahora mismo ríndete a los pies de Cristo confesando
tus pecados y pidiendo al Señor que entre en tu vida y tome control de ella. Si
ya lo has hecho, entonces eleva al cielo una alabanza de gratitud a nuestro
amante Dios por su preciosa y sublime gracia.
ORACIÓN:
Padre del cielo, cuan grande y
maravillosa es tu gracia. ¡Qué difícil de entender, pero que real y efectiva
es! Gracias por el regalo de la vida eterna a través de Jesucristo. Te alabo
con todo mi corazón. En el nombre de Jesús, Amén.
“Gracia y Paz”
Dios te Habla
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