Mateo 23:37-38
“¡Jerusalén, Jerusalén, que matas
a los profetas, y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise
juntar a tus hijos, como la gallina junta sus polluelos debajo de las alas, y
no quisiste! He aquí vuestra casa os es dejada desierta”.
En este pasaje Dios le habla a la
ciudad amada. Nunca existió un pueblo que Dios haya levantado y escogido para
sí, como lo ha sido Jerusalén. Pero la palabra y la sentencia dirigida hacia
ellos es muy especial. Dos veces les
llama, como si quisiera que su atención se centrara en lo que habrá de
decirles.
Este pueblo rechazó a Dios y su
rechazo lo manifestó matando a los profetas y apedreando a aquellos que Dios
les enviaba. Más hoy la
Iglesia de Dios, al igual que Jerusalén escogida por Dios,
debe aprender a actuar en base a aquellos ejemplos que nos quedaron como
lecciones valiosas para nuestras vidas, para que no cometamos los mismos
errores que ellos cometieron. De esta cuenta, la Iglesia hoy en día, debe decir
“bienvenido” a todo aquel verdadero mensajero que venga de parte de Dios, a
todo maestro genuino que traiga una voz y un mensaje de parte de Dios.
Quiero tomar una ilustración para
poder enfocar el mensaje de hoy, una anécdota al respecto: Un granjero tenía
una gallina con varios pollitos, de repente vino una tormenta eléctrica y el
granjero corrió a tomar a los de su familia y entró en su refugio con ellos. En
su apresuramiento por resguardarse con los suyos, al granjero se le olvidó la
gallina. Ya adentro, los hijos del granjero le hicieron ver su falta, pero ya
era tarde para salir por la gallina y los pollitos. Los hijos estaban
acongojados por la gallina. Al fin de la tormenta ellos salieron y lo primero
que hicieron fue ir a buscar a la gallina. De repente encontraron una masa de
lo que había sido antes carne, ahora toda quemada. Alrededor plumas medio quemadas,
algunas partes de miembros que dejaban saber que esa era su gallina. Los niños
rompieron a llorar, pero se acordaron de los pollitos y nuevamente iniciaron la
búsqueda. El granjero se dispuso a levantar los restos de la gallina y sucedió
que bajo aquellos restos quemados encontró sanos y salvos a los pollitos. La
gallina los había protegido de la muerte, aún a costa de su propia vida!
Jesucristo comparó a Israel con
los pollitos y a la gallina con Israel. Como el Israel de Dios que la Iglesia ha llegado a ser,
según Gálatas 6:16, Dios vela por guardarnos, preservarnos y cuidarnos. De
hecho Jesucristo sufrió el sacrificio que como la gallina de la ilustración,
estuvo dispuesto a morir por amor a nosotros. ¡Imagínate tener la
sobreprotección del Altísimo, del Dios Todopoderoso, del Creador de los Cielos
y la Tierra y
que se levante como Guerrero, como Escudero, como Abogado Defensor nuestro, como
Ciudad Fortificada! ¡Quién se podrá levantar en contra nuestra, si Él marcha
delante como poderoso gigante! ¿Qué enemigo podrá hacernos frente a nosotros?
¡Ningún arma forjada prevalecerá en contra de los pollitos de la gallina!
¡Aleluya!
Pero… Israel no quiso ser
protegida. ¡Qué terrible cosa es no querer nada con Dios! El hombre llega a
rechazar a Dios con sus actitudes: Se le habla de Dios, de su Palabra, de Su
Plan de Salvación, de Su Evangelio y no le gusta, aún, se molesta, lo niega.
Está huyendo y rechazando la
Gracia que Dios le ofrece. Está viendo pasar delante de sí,
los años de su existencia y no corre a refugiarse en su mamá gallina, en su
Creador y Formador. ¿Qué puede depararle si persiste en esta conducta? La
respuesta está al final del pasaje citado: La casa es dejada desierta.
Cuando señala el Señor Jesucristo
que aquella casa habría de ser dejada desierta, en primera instancia se refería
al templo en su tiempo presente, a aquel mismo templo del cual el dijo que no
quedaría piedra sobre piedra de él (Mateo 24:1-3), luego, cuando se habla de
que sería dejado el templo desierto, no se refería a que ya no iban a acudir
personas, sino que la presencia de Dios le abandonaría por completo. Esto lo
confirma en el versículo 39, del mismo pasaje de Mateo 23, cuando dice: “Porque
os digo que desde ahora no me veréis, hasta que digáis: Bendito el que viene en
el nombre del Señor”. Y esto viene a significar una dirección clara que nos
enfila hacia su segunda venida, pero ese es otro tema.
Apliquemos: ¿De qué sirve templo
sin Dios en él? ¿Para qué culto si no hay Dios a quién adorar? Pero también:
¿De qué sirve la vida si dejamos a Dios fuera de ella? Ninguna de estas cosas
tendría sentido ni propósito, si falta el elemento básico y esencial que es
Dios. El hombre no es nada ni nadie sin Dios. El rechazar sistemáticamente a
Dios, hace que totalmente nos abandone, que nos quedemos huecos, vacíos, la
vida entonces se vuelve vana e insípida.
Amemos a Dios, amemos su
presencia, anhelemos su amistad, compañerismo y comunión. Esto es lo que debe
ser el todo del hombre. Ya lo expresó el hombre más sabio que ha habido en esta
tierra, exceptuando claro al Señor Jesucristo. Y lo dice como una conclusión
final después de que él mismo argumenta que se ha dado a la tarea de estudiar
los misterios y secretos de la vida. El concluyó que:
“El fin de todo el discurso oído es este: Teme a Dios, y guarda sus
mandamientos; porque esto es EL TODO del hombre” (Eclesiastés 12:13)
“Gracia y Paz”
Palabra Miel
No hay comentarios:
Publicar un comentario