Romanos 3:10
“No hay justo, ni aun uno”.
Santiago 4:1
“¿De dónde vienen las guerras y
los pleitos entre vosotros? ¿No es de vuestras pasiones, las cuales combaten en
vuestros miembros?”
El siglo XX ha sido paradójico;
los progresos de la ciencia, y de la medicina en particular, jamás fueron tan
brillantes, sin embargo decenas de millones de personas perecieron durante los
múltiples conflictos que jalonaron este período. Los hombres aprenden a cuidar
y a curar, pero se matan unos a otros. Entonces, ¿Dónde está el problema?
Muchos piensan que un régimen
político bien adaptado, con buenas estructuras sociales o progresos técnicos,
traerá un mundo mejor. Pero hay que admitir las cosas como son: los progresos
materiales, que sólo son compartidos por una pequeña fracción de la población
mundial, no trajeron una mejora sensible en las relaciones entre los hombres.
En su Palabra Dios nos muestra el
fondo del problema: el mal, el pecado, entró en el corazón de cada ser humano
como un gen malo. Caín, el primer ser humano que nació en la tierra, mató a su
hermano Abel. Y desde entonces el ser humano no hizo progresos; hasta es
incapaz de ello. “Engañoso es el corazón más que todas la cosas, y perverso”
(Jeremías 17:9).
Entonces, ¿hay que desesperarse?
No, porque si Dios hace esta terrible constatación, también ofrece el remedio.
A los que creen en su Hijo Jesucristo y en la eficacia de su muerte expiatoria
en la cruz, él les da no un corazón mejorado, sino un nuevo corazón. Amen.
“Gracia y Paz”
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