Salmo 19:1
“Los cielos cuentan la gloria de
Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos".
En la sección “La vida
científica”, de un importante periódico apareció la siguiente declaración: “La
ciencia permanece impotente ante un misterio que obsesiona al hombre desde los
tiempos más remotos. ¿De dónde viene la vida? ¿Es un proceso evolutivo químico,
natural, en el que los “ladrillos” de la vida se juntaron poco a poco, o
proviene de una intervención divina? Nadie ha podido dar una respuesta
científica”.
Ciertamente tal conclusión es
frustrante: la ciencia explora el espacio y hace prodigiosos descubrimientos en
todas las esferas de su competencia. Llevó al hombre a la luna y explora las
fronteras de nuestro sistema solar, descifra la luz que nos llega de galaxias
infinitamente lejanas, puede modificar el código genético de las células, ha
logrado progresar de manera extraordinaria en la tecnología de las computadoras
y las comunicaciones. Sin embargo, nos deja sin respuesta frente a las
sencillas y lógicas preguntas que se formula todo ser humano: ¿Por qué estoy en
la tierra? ¿Cuál es el verdadero origen de todo lo que existe?
La ciencia ha tratado de
encontrar una explicación, y de ese intento surgió la famosa “Teoría de la Evolución ” de Charles
Darwin, la cual no ha pasado nunca de ser simplemente esto: una teoría que
nunca ha podido ser demostrada, y que según otros estudios científicos no tiene
una fuerte base de credibilidad. Ciertamente Dios puede hablar a todos estos
científicos de la misma manera con que convenció a Job de su ignorancia:
"¿Dónde estabas tú cuando yo fundaba la tierra? Házmelo saber, si tienes
inteligencia. ¿Quién ordenó sus medidas, si lo sabes? ¿O quién extendió sobre
ella cordel? ¿Sobre qué están fundadas sus bases? ¿O quién puso su piedra
angular, cuando alababan todas las estrellas del alba, y se regocijaban todos
los hijos de Dios? ¿Quién encerró con puertas el mar, cuando se derramaba saliéndose
de su seno, cuando puse yo nubes por vestidura suya, y por su faja oscuridad, y
establecí sobre él mi decreto, le puse puertas y cerrojo, y dije: Hasta aquí
llegarás, y no pasarás adelante, y ahí parará el orgullo de tus olas?"
(Job 38:4-11)
La ciencia explora el cosmos, la Biblia nos revela su Creador.
También nos revela nuestro origen y destino. Al leerla, descubrimos el
magnífico plan del Dios Todopoderoso, quien ama a cada una de sus criaturas al
punto de haber dado a su Hijo para salvarlas de la condenación eterna. Entonces
nos damos cuenta que Dios nos creó con el fin de amarnos y vivir en comunión
con nosotros. Cuando tenemos esta seguridad en nuestro corazón, podemos vivir
tranquilos y confiados en la protección, provisión y cuidado de nuestro
Creador. Y podemos afirmar categóricamente: “Si Dios es por nosotros, ¿quién
contra nosotros?”, como escribiese el apóstol Pablo en su carta a los Romanos.
“Los cielos cuentan la gloria de
Dios”, afirma el salmista en el pasaje de hoy, y finaliza este Salmo con estas
palabras: “Sean gratos los dichos de mi boca y la meditación de mi corazón
delante de ti, Oh Señor, roca mía, y redentor mío”.
La ciencia tiene límites. La
sabiduría y el poder de Dios son ilimitados. Disfrutemos de la creación, y
alabemos al Creador con palabras de alabanza que salgan de nuestras bocas cada
día de nuestras vidas.
ORACIÓN:
Bendito Dios, Creador del cielo y
de la tierra, te alabo de todo corazón por tu grandeza y magnificencia. Ayúdame
a bendecirte cada día y agradecerte porque me permites disfrutar de las
maravillas de tu creación. En el nombre de Jesús, Amén.
“Gracia y Paz”
Dios te Habla
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