Mateo 5:21-24
“Oísteis que fue dicho a los
antiguos: No matarás; y cualquiera que matare será culpable de juicio. Pero yo
os digo que cualquiera que se enoje contra su hermano, será culpable de juicio;
y cualquiera que diga: Necio, a su hermano, será culpable ante el concilio; y
cualquiera que le diga: Fatuo, quedará expuesto al infierno de fuego. Por
tanto, si traes tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene
algo contra ti, deja allí tu ofrenda delante del altar, y anda, reconcíliate
primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda”.
Un campesino mató a su mejor
amigo en medio de una discusión sobre diferencias políticas. Cuando le preguntaron
por qué lo hizo, contestó con estas escalofriantes palabras: “Empezamos
pacíficamente, y luego discutimos. Cuando se me terminaron las palabras, lo
maté”. Esto puede parecer increíble para algunos, pero, ¿cuántas veces una
persona ha sido dominada por la ira y ha matado a alguien?
Hoy, Jesús nos enseña acerca de
la estrecha relación que existe entre el enojo y el asesinato. Quizás nos
parezca muy simple y carente de importancia decirle a alguien “necio”, pero en
su inmensa sabiduría, el Señor nos advierte que puede traer muy malas
consecuencias. Y el que le diga a su hermano “fatuo”, dice Jesús, “quedará
expuesto al infierno de fuego”. Después de la advertencia, Jesús nos da un
consejo práctico cuyo fin es eliminar el enojo existente entre dos personas:
“Por tanto, si traes tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas de que tu hermano
tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda delante del altar, y anda,
reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda”. Es
importante que llevemos nuestra ofrenda viva al altar con el propósito de
adorar a Dios, pero lo que Jesús nos dice es que primero nos pongamos a cuentas
con nuestros semejantes, ante la necesidad de evitar que un simple disgusto
pueda dar lugar a un sentimiento de ira incontrolable que nos lleve a cometer
un asesinato o cualquier otra acción de la cual tengamos que arrepentirnos.
Incluso si es la otra persona la que tiene algo contra ti, este pasaje te
exhorta a que tomes la iniciativa en el proceso de reconciliación.
En su carta a los efesios, el
apóstol Pablo les advierte sobre el peligro de la ira incontrolada. Él reconoce
que, como humanos, en cualquier momento algo puede molestarnos e incluso
podemos llegar a sentir ira, pero debemos estar muy concientes de que si
dejamos que esa ira permanezca en nuestros corazones, el diablo puede
aprovecharse y usarla para llevar a cabo sus malignos propósitos. Dice Efesios
4:26-27: “Airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo, ni
deis lugar al diablo”.
Jesús sintió ira cuando vio a los
mercaderes usando el sagrado templo para llevar a cabo sus negocios. Dice Mateo
21:12-13: “Y entró Jesús en el templo de Dios, y echó fuera a todos los que
vendían y compraban en el templo, y volcó las mesas de los cambistas, y las
sillas de los que vendían palomas; y les dijo: Escrito está: Mi casa, casa de
oración será llamada; mas vosotros la habéis hecho cueva de ladrones”. Jesús se
encoleriza ante la actitud blasfema de aquellos mercaderes y sin ocultar su
enojo los echa del templo (en Juan capítulo 2 dice que usó un azote de
cuerdas). ¡Ciertamente estaba enojado el Señor! Sin embargo, el próximo
versículo dice: “Y vinieron a él en el templo ciegos y cojos, y los sanó”. Una
vez mostró su enojo cuando había que enojarse, Jesús de inmediato reacciona en
total control de sus emociones, dispuesto a mostrar su amor y su compasión por
aquellos hombres que venían a él en busca de sanidad.
¡Qué maravilloso sería que
nosotros pudiésemos reaccionar con esa calma en cualquier situación que se nos
presente en nuestras vidas! Pero ningún ser humano puede tener un control tan
perfecto de sus emociones a menos que esté totalmente controlado por el poder
del Espíritu Santo. Cuando sientas ira contra una persona, ora inmediatamente
pidiendo al Señor que quite la ira de ti, y que su amor y su paz inefable
llenen tu corazón.
ORACIÓN:
Mi amante Padre, gracias por esta enseñanza a través de tu Palabra. Te
ruego me ayudes a ponerla en práctica. Por favor lléname de tu Santo Espíritu y
controla mis emociones de manera que tu nombre sea siempre glorificado a través
de mi testimonio. En el nombre de Jesús. Amén.
“Gracia y Paz”
Dios te Habla
No hay comentarios:
Publicar un comentario