Juan 14:1-11
“No se turbe vuestro corazón;
creéis en Dios, creed también en mí. En la casa de mi Padre muchas moradas hay;
si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para
vosotros. Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí
mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis. Y sabéis a dónde voy,
y sabéis el camino. Le dijo Tomás: Señor, no sabemos a dónde vas; ¿cómo, pues,
podemos saber el camino? Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la
vida; nadie viene al Padre, sino por mí. Si me conocieseis, también a mi Padre
conoceríais; y desde ahora le conocéis, y le habéis visto. Felipe le dijo: Señor,
muéstranos el Padre, y nos basta. Jesús le dijo: ¿Tanto tiempo hace que estoy
con vosotros, y no me has conocido, Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto
al Padre; ¿cómo, pues, dices tú: Muéstranos el Padre? ¿No crees que yo soy en
el Padre, y el Padre en mí? Las palabras que yo os hablo, no las hablo por mi
propia cuenta, sino que el Padre que mora en mí, él hace las obras. Creedme que
yo soy en el Padre, y el Padre en mí; de otra manera, creedme por las mismas
obras”.
Al tratar de comprender la extraordinaria
naturaleza de nuestro Dios, nos encontramos con nuestra incapacidad de entender
algo que va mucho más allá de nuestra limitada mente humana. Podemos usar
analogías que nos permitan ver a Dios de una manera más “humana” y por lo tanto
más fácil de alcanzar para nosotros. Por ejemplo, podríamos llamar a Dios
“nuestro fiel pastor”. David, en su experiencia como pastor de ovejas expresó
su inspiración de esta manera al escribir el Salmo 23: “Jehová es mi pastor,
nada me faltará”. Podríamos tratar de ver a Dios como un rey sabio y justo, un
padre amoroso, un amigo digno de confianza, y de muchas otras maneras
similares. Pero aunque todas estas analogías describen alguna característica de
nuestro Padre celestial, lo cierto es que son completamente inadecuadas para
definir su grandeza.
En un intento de expresar lo
indescriptible, un hombre de negocios cristiano mantenía la siguiente expresión
escrita en una placa sobre su escritorio: “¡Qué grande debe ser el Dios que
necesitamos! ¡Porque él es siempre mayor que nuestra mayor necesidad!” Un gran
siervo de Dios captó la misma verdad de una manera diferente. Él escribió:
“Muéstrame un gusano que pueda comprender al hombre, y yo te mostraré un hombre
que puede comprender a Dios”. Y en el Salmo 145:3, David, refiriéndose a Dios,
dijo: “Su grandeza es inescrutable.”
Es por eso que es tan difícil
siquiera imaginarnos a nuestro Creador, mucho más difícil conocerlo. Sin
embargo, el pasaje de hoy nos enseña que nuestro infinito e inescrutable Dios
se ha revelado a sí mismo en su Hijo Jesucristo, quien se hizo hombre para que
pudiésemos tener una relación con él. En el pasaje de hoy, Jesús dijo a sus
discípulos: “Si me conocieseis, también a mi Padre conoceríais”. Y más adelante
les dice: “El que me ha visto a mí, ha visto al Padre”.
Jesús ya no está físicamente
entre nosotros, pero cuando él ascendió al cielo a ocupar su trono junto al
Padre, en su lugar vino el Espíritu Santo conforme a la declaración del Señor a
sus discípulos en Juan 14:26: “Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el
Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo
lo que yo os he dicho”. Cuando buscamos el rostro del Señor en oración, y
leemos su palabra y meditamos en ella, el Espíritu Santo nos enseña, nos
recuerda las palabras de Jesús y nos capacita para conocerlo en el espíritu.
Cuando hacemos de este encuentro una práctica diaria, iremos estableciendo una
comunión íntima con Jesús, la cual nos llevará a un conocimiento profundo de
nuestro Salvador, disfrutaremos la vida en abundancia que él vino a traernos y
seremos capaces de entender la “inescrutable grandeza” de Dios. Así dijo Jesús
en Juan 17:3: “Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios
verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado”.
ORACIÓN:
Bendito Padre celestial, gracias
te doy por revelarte tal y como eres por medio de tu Hijo Jesucristo. Ayúdame a
conocerlo a él íntimamente para conocerte a ti. Permite que tu Santo Espíritu
me enseñe lo más profundo de tu Santa Palabra, y que yo pueda disfrutar
plenamente la manifestación de tu gloria en mi vida. En el nombre de Jesús,
Amén.
“Gracia y Paz”
Dios te Habla
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