Lucas 9:57-62
“Yendo ellos, uno le dijo en el camino:
Señor, te seguiré adondequiera que vayas. Y le dijo Jesús: Las zorras tienen
guaridas, y las aves de los cielos nidos; mas el Hijo del Hombre no tiene dónde
recostar la cabeza. Y dijo a otro: Sígueme. El le dijo: Señor, déjame que
primero vaya y entierre a mi padre. Jesús le dijo: Deja que los muertos
entierren a sus muertos; y tú ve, y anuncia el reino de Dios. Entonces también
dijo otro: Te seguiré, Señor; pero déjame que me despida primero de los que
están en mi casa. Y Jesús le dijo: Ninguno que poniendo su mano en el arado
mira hacia atrás, es apto para el reino de Dios”.
Nuestro Padre celestial tiene
planes específicos para cada uno de sus hijos. Con ese objetivo, ha hecho un
triple llamamiento a la vida de cada creyente:
Somos
llamados a salvación en Jesús. Poner la fe en Cristo como nuestro
Salvador da comienzo a una relación personal con Él por medio del Espíritu
Santo que mora en nosotros. El Señor quiere que dejemos a un lado la carga de
tratar de ganar la salvación por nosotros mismos. Por el contrario, Él nos
invita a poner nuestra fe en Él, para que haga su obra de transformación en
nosotros (Mateo 11:28, 29).
Somos
llamados a permanecer en Jesús. Es decir, a escucharle cuando nos habla
por medio de la Biblia ;
vivir en una dependencia cada vez mayor de Él; aprender a conocerlo más
íntimamente; y hacer uso de su poder para tener una vida recta. Jesús nos llama
a hacer que nuestra relación con Él sea lo más importante en nuestra vida, y a
permanecer en Él todos los días de nuestra vida.
Somos
llamados a seguir a Jesús. Seguir a alguien requiere conocer su
carácter, sus planes, y cómo desea que los llevemos a cabo. La Biblia nos dice claramente
todo lo que necesitamos saber para vivir bajo la dirección de Jesús. La
evidencia de que lo estamos siguiendo se mostrará en la actitud, conducta,
carácter, conversación y relaciones que tengamos.
Sin la presencia del Espíritu
Santo, que recibimos en el momento de la salvación, no podemos permanecer en
Jesús (Juan 15:4, 26). Si no permanecemos en Él, no lo conoceremos lo
suficiente como para seguirlo. Si decidimos no seguirlo, perderemos el gozo que
Dios ha dispuesto para nosotros.
“Gracia y Paz”
Meditación Diaria
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