sábado, 2 de febrero de 2013

CÓMO COMPRENDER EL LLAMAMIENTO DE DIOS



Lucas 9:57-62
“Yendo ellos, uno le dijo en el camino: Señor, te seguiré adondequiera que vayas. Y le dijo Jesús: Las zorras tienen guaridas, y las aves de los cielos nidos; mas el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar la cabeza. Y dijo a otro: Sígueme. El le dijo: Señor, déjame que primero vaya y entierre a mi padre. Jesús le dijo: Deja que los muertos entierren a sus muertos; y tú ve, y anuncia el reino de Dios. Entonces también dijo otro: Te seguiré, Señor; pero déjame que me despida primero de los que están en mi casa. Y Jesús le dijo: Ninguno que poniendo su mano en el arado mira hacia atrás, es apto para el reino de Dios”.

Nuestro Padre celestial tiene planes específicos para cada uno de sus hijos. Con ese objetivo, ha hecho un triple llamamiento a la vida de cada creyente:

Somos llamados a salvación en Jesús. Poner la fe en Cristo como nuestro Salvador da comienzo a una relación personal con Él por medio del Espíritu Santo que mora en nosotros. El Señor quiere que dejemos a un lado la carga de tratar de ganar la salvación por nosotros mismos. Por el contrario, Él nos invita a poner nuestra fe en Él, para que haga su obra de transformación en nosotros (Mateo 11:28, 29).

Somos llamados a permanecer en Jesús. Es decir, a escucharle cuando nos habla por medio de la Biblia; vivir en una dependencia cada vez mayor de Él; aprender a conocerlo más íntimamente; y hacer uso de su poder para tener una vida recta. Jesús nos llama a hacer que nuestra relación con Él sea lo más importante en nuestra vida, y a permanecer en Él todos los días de nuestra vida.

Somos llamados a seguir a Jesús. Seguir a alguien requiere conocer su carácter, sus planes, y cómo desea que los llevemos a cabo. La Biblia nos dice claramente todo lo que necesitamos saber para vivir bajo la dirección de Jesús. La evidencia de que lo estamos siguiendo se mostrará en la actitud, conducta, carácter, conversación y relaciones que tengamos.

Sin la presencia del Espíritu Santo, que recibimos en el momento de la salvación, no podemos permanecer en Jesús (Juan 15:4, 26). Si no permanecemos en Él, no lo conoceremos lo suficiente como para seguirlo. Si decidimos no seguirlo, perderemos el gozo que Dios ha dispuesto para nosotros.

“Gracia y Paz”
Meditación Diaria

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