Salmo 62:1-8
“En Dios solamente está acallada
mi alma; de él viene mi salvación. El solamente es mi roca y mi salvación; es
mi refugio, no resbalaré mucho. ¿Hasta cuándo maquinaréis contra un hombre,
Tratando todos vosotros de aplastarle como pared desplomada y como cerca
derribada? Solamente consultan para arrojarle de su grandeza. Aman la mentira;
con su boca bendicen, pero maldicen en su corazón. Alma mía, en Dios solamente
reposa, porque de él es mi esperanza. El solamente es mi roca y mi salvación.
Es mi refugio, no resbalaré. En Dios está mi salvación y mi gloria; en Dios
está mi roca fuerte, y mi refugio. Esperad en él en todo tiempo, oh pueblos;
derramad delante de él vuestro corazón; Dios es nuestro refugio”.
El ser humano es, por naturaleza,
muy impaciente; especialmente en momentos de prueba y dificultad. Todo lo
queremos resuelto inmediatamente, por lo tanto instintivamente rechazamos todo
lo que esté relacionado con “esperar”. Pero esto es precisamente lo que nos
dice el pasaje de hoy: “Esperad en él en todo tiempo”. Aun deseando seguir
estas instrucciones de la
Palabra de Dios, hay ocasiones en las que nos resulta
prácticamente imposible luchar contra nuestros instintos y mantenernos
inmóviles en medio de una tormenta, en lugar de actuar por nuestros propios
medios. David tuvo que aprender a esperar en el Señor. Mientras su enemigo, el
rey Saúl, lo buscaba para matarlo, David esperó durante casi quince años
ocultándose en cavernas y muchas veces viviendo a la intemperie. Así, en medio
de estas difíciles condiciones, él escribió el Salmo 62 del cual es parte el
pasaje de hoy. Después de tantos siglos transcurridos, hoy nos lo muestra la Biblia como una instrucción
maravillosa para nosotros.
En medio de tu problema, ¿esperas
en el Señor, o actúas rápidamente con el fin de aliviar la presión? No importa
cuan fuerte sea tu tormenta o cuan profunda sea tu aflicción, Dios está en
control, y todo lo que él espera de ti es que seas paciente y esperes en él. En
este Salmo 62, David muestra una actitud de espera en silencio pero en total
confianza en su Dios. Dice el v.1: “En Dios solamente está acallada mi alma; de
él viene mi salvación”. Pasaron los años, y Dios dirigió a David a través de
aquellos tiempos tormentosos hasta un final feliz. Siendo un anciano, David
escribió el Salmo 37, en el cual resume sus experiencias. “Encomienda a Jehová
tu camino, y confía en él; y él hará”, dice el v.4. Y el v.7 dice: “Guarda silencio
ante el Señor, y espera en él”.
Ciertamente no es fácil guardar
silencio y esperar cuando estamos en medio de una prueba. Cuando la ansiedad o
la desesperación nos envuelven, probablemente no queremos escuchar a nadie
diciéndonos: “Ora”. Quizás nos parezca demasiado sencillo, y a veces hasta
puede parecernos que no son sensibles a nuestro dolor. Sin embargo esto es
exactamente lo que tenemos que hacer: orar y esperar confiadamente la respuesta
de Dios. Cuando lo hacemos, sentimos su paz confortándonos. El apóstol Pablo
fue otro siervo de Dios que experimentó pruebas muy duras en su vida. Y
producto de su experiencia, estando preso en una cárcel romana, esperando ser
ejecutado en cualquier momento, pudo escribir en su carta a los filipenses lo
siguiente: “Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones
delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de
Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros
pensamientos en Cristo Jesús” (Filipenses 4:6-7).
Esta seguridad, esta absoluta
confianza en Dios sólo puede resultar de una íntima comunión con el Señor.
Buscar su rostro en oración debe ser nuestra prioridad cada día de nuestras
vidas. No una o dos veces a la semana, sino diariamente pasar un tiempo a solas
con Dios. No a la carrera, sino tranquilamente meditando en su Palabra y orando
en el Espíritu en busca de esa profunda paz que sólo nuestro Padre celestial
puede darnos.
ORACIÓN:
Mi Padre amado, te ruego me des
la fuerza para esperar en ti, aun cuando las circunstancias me ordenen a gritos
que me apresure a actuar. Lléname de tu Espíritu para sentir esa paz inefable
que sobrepasa todo entendimiento, aun en medio de situaciones terribles. En el
nombre de Jesús, Amén.
“Gracia y Paz”
Dios te Habla
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