1 Corintios 10:13
“No os ha sobrevenido ninguna
tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados
más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la
tentación la salida, para que podáis soportar”.
Muchas personas confunden
erróneamente la tentación con el pecado. Si queremos vivir en victoria, debemos
aprender a distinguir una del otro.
Por ejemplo, es importante
comprender que la tentación a pecar no significa necesariamente que el acto del
pecado tiene que venir después. Más bien, la tentación implica un proceso por
medio del cual nuestro corazón, nuestra mente y nuestro cuerpo se preparan para
que se produzca la conducta pecaminosa. Interrumpir este proceso puede detener
totalmente la tentación que está en desarrollo.
La evolución progresiva del
pecado comienza con algo tan simple como una mirada. ¿No fue así como comenzó
todo con el pecado de David con Betsabé, en 2 Samuel 11:1-5? La tentación se
introdujo en su pensamiento por medio de sus ojos, y después comenzó a
alimentar su deseo.
Después que la imagen está en
nuestra mente, tomamos una decisión: ¿Voy a seguir o no con este deseo? Cuando
estos pensamientos empiezan a rodar en nuestra cabeza, comenzamos a fantasear y
después a desarrollar un deseo muy grande por lo que vimos.
Después vienen la decisión y la
búsqueda, y hacemos lo que sea necesario para lograr nuestro objetivo. Por
último, este proceso culmina con la acción pecaminosa.
El pecado no ocurre de inmediato;
es el resultado de un proceso. Esto significa que usted tiene la capacidad de
detener el impulso. Pídale al Señor discernimiento para percatarse de estos
pasos cuando se produzcan, y así ponerle fin a la cadena pecaminosa, antes de
que sea demasiado tarde. Amen!
“Gracia y Paz”
Meditación Diaria
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