Salmo 42:1-2
"Como el ciervo brama por
las corrientes de las aguas, Así clama por ti, oh Dios, el alma mía. Mi alma
tiene sed de Dios, del Dios vivo; ¿Cuándo vendré, y me presentaré delante de
Dios?"
A lo largo de nuestras vidas,
cada uno de nosotros tendrá necesidad de muchas cosas. Además de las
necesidades básicas en el aspecto físico que tienen como fin la supervivencia,
todo ser humano tiene también necesidades espirituales y emocionales, así como
otras necesidades que surgen en la vida, como la urgencia de resolver una
determinada situación o prueba en la que se encuentre. Cuando David escribió el
pasaje de hoy se encontraba huyendo en el exilio durante la rebelión de su hijo
Absalón. Allí él clama a Dios desesperadamente: “Como el ciervo brama por las
corrientes de las aguas, así clama por ti, oh Dios, el alma mía”. Su urgente
necesidad de ayuda, su infinita tristeza, su anhelo interior de comunión con
Dios pueden compararse a la sed intensa que siente el ciervo que camina en
tierra seca, jadeando y buscando con ansia las corrientes de las aguas que
tanto necesita.
Una pequeña historia cuenta que
en una ocasión un barco de recreo en el que viajaba un grupo de personas en el
Océano Atlántico, cerca de las costas de Brasil, tuvo problemas con el motor y
quedaron a la deriva. Por varios días estuvieron a merced de las olas y el
viento sin tener la más mínima idea de donde se encontraban. Ya no tenían que
comer ni beber; ni siquiera agua les quedaba. Algunos habían desfallecido por
la deshidratación, y casi todos estaban a punto de morir de sed. De pronto
divisan a lo lejos un barco que venía en dirección a ellos. Desesperadamente
comenzaron a hacer señales de todas las formas que se les ocurrieron. Cuando el
otro barco estuvo lo suficientemente cerca de ellos, todos gritaron pidiendo
por favor un poco de agua. Del otro barco les gritaron, señalando hacia el
agua: “Ahí tienen bastante agua. ¿Por qué no la beben?” Todos creyeron que se
trataba de una broma de mal gusto y siguieron rogando por un poco de agua. Los
otros insistieron en que tomaran de esa agua, y finalmente supieron que aquella
agua era agua potable y dulce, y no agua salada del mar, pues el viento los había
llevado hasta la desembocadura del río Amazonas, el cual es tan ancho, que
ellos creían que aún estaban en el mar. Por poco mueren de sed, teniendo frente
a ellos agua para beber.
En nuestros trabajos, en nuestros
vecindarios, en nuestras propias familias, hay infinidad de personas como
estas, que se están muriendo de sed, y necesitan de alguien que les diga que
tienen a su alcance el agua que quita la sed para siempre. El mundo está lleno
de personas que invierten años buscando a alguien o algo que satisfaga sus
necesidades. Lamentablemente no se dan cuenta de que Dios es la única fuente de
perfecta satisfacción. En él está la aceptación, la seguridad, el amor, el gozo
y la paz que tanto buscan.
¿Estás tú en estos momentos en
medio de una gran necesidad, ya sea económica, emocional, o espiritual? ¿Te
sientes triste, o tu salud no está bien, o tienes algún otro tipo de problema?
Reflexiona en esta enseñanza y aplícala a tu vida. Acércate a Dios, quien es el
único que puede satisfacer tu necesidad. Los que hemos aceptado a Jesucristo
como Salvador debemos recordar que dentro de nosotros corre una fuente de agua
viva, como le dijo Jesús a la mujer samaritana junto al pozo de Jacob:
“Cualquiera que bebiere de esta agua, volverá a tener sed; mas el que bebiere
del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré
será en él una fuente de agua que salte para vida eterna” (Juan 4:13-14).
Hagamos nuestras las palabras de Jesús a la mujer samaritana, y respondamos
como ella respondió: “Señor, dame esa agua, para que no tenga yo sed…"
(Juan 4:15).
Nuestra prioridad debe ser ir
constantemente a esta fuente eterna y saciar nuestra sed espiritual, por medio
de la lectura diaria de la palabra de Dios y la oración, de manera que esta
agua divina se mantenga fluyendo y nos inspire a compartirla con los sedientos
de este mundo.
ORACIÓN:
Padre santo, hoy vengo ante ti, clamando como el salmista por esa agua
viva que quita la sed y da descanso al alma. Te ruego que quites de mí todo
obstáculo que impida que esa agua fluya libremente no solamente para mi propia
bendición sino para bendición de todos los que me rodean. En el nombre de
Jesús, Amén.
“Gracia y Paz”
Dios te Habla
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