2 Timoteo 2:9.
“Sufro penalidades, hasta
prisiones a modo de malhechor; mas la palabra de Dios no está presa”.
Juan 10:35
“…La Escritura no puede ser quebrantada”.
Un niño había descubierto en su
casa una Biblia que cada día se iba llenando más de polvo. Cierto día le
preguntó a su madre: –Mamá, ¿es este el libro de Dios? –Claro que sí, le
respondió ella. –Como nunca lo leemos, ¿por qué no se lo devolvemos?, sugirió
el niño.
En Francia, Jerôme Lebrat
(1848-1912) había leído y estudiado la Biblia asiduamente. Alimentado por el Evangelio
de Dios, lo predicaba de aldea en aldea. La gente se apiñaba en los graneros y,
sentada en donde podía, escuchaba sin perder palabra; palabras a veces severas,
que como flechas llegaban a las conciencias: «Si no quieren leer sus Biblias,
quémenlas, porque en el día del juicio testificarán contra ustedes». Con esto
se refería a lo que Jesús dijo: “El que… no recibe mis palabras, tiene quien le
juzgue; la palabra que he hablado, ella le juzgará en el día postrero” (Juan
12:48).
Un día Jerôme Lebrat se dio
cuenta de que sus oyentes, sin duda por comodidad, venían a las reuniones sólo
con el Nuevo Testamento. El predicador temió que se descuidara el estudio del
Antiguo Testamento, por ello decidió escoger los temas de sus predicaciones en
esa parte de la Biblia.
Cristianos, no descuidemos el
estudio de toda la Biblia ,
pues en ella encontraremos la paz, el gozo y las fuerzas para comportarnos como
hijos de Dios en este mundo.
“Gracia y Paz”
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