Salmo 63:1-11
“Dios, Dios mío eres tú; De
madrugada te buscaré; Mi alma tiene sed de ti, mi carne te anhela, En tierra
seca y árida donde no hay aguas, Para ver tu poder y tu gloria, Así como te he
mirado en el santuario. Porque mejor es tu misericordia que la vida; Mis labios
te alabarán. Así te bendeciré en mi vida; En tu nombre alzaré mis manos. Como
de meollo y de grosura será saciada mi alma, Y con labios de júbilo te alabará
mi boca, Cuando me acuerde de ti en mi lecho, Cuando medite en ti en las
vigilias de la noche. Porque has sido mi socorro, Y así en la sombra de tus
alas me regocijaré. Está mi alma apegada a ti; Tu diestra me ha sostenido. Pero
los que para destrucción buscaron mi alma Caerán en los sitios bajos de la
tierra. Los destruirán a filo de espada; Serán porción de los chacales. Pero el
rey se alegrará en Dios; Será alabado cualquiera que jura por él; Porque la
boca de los que hablan mentira será cerrada”
Para algunos cristianos, es
bastante sencillo darse cuenta cuando alguien trata de llenar con cosas
equivocadas el vacío que tienen de Dios en sus vidas. Sin embargo, les resulta
difícil ver ese mismo error en sus vidas redimidas. Muy fácilmente ponemos
manos a la obra para Dios —sirviendo, enseñando, predicando y yendo al campo
misionero. Ninguna de estas cosas son malas; de hecho, todas son buenas. Pero
muchas veces son un intento equivocado de crear una sensación falsa de
intimidad con Dios.
¿Por qué escoge un creyente tener
una cercanía artificial con el Señor, si lo que Él quiere es dar a sus hijos lo
auténtico? Por dos razones: Primero, porque para recibir su gracia es necesario
que nos hagamos vulnerables y seamos humildes. No hay nada que podamos darle o
hacer para el Señor que nos limpie de pecado. Segundo, porque para que una
relación amistosa sea buena se requiere de trabajo arduo, y eso también se
aplica a nuestra relación con Dios.
Para conocer realmente al Señor,
usted tiene que leer la
Biblia. No puede mantener una estrecha relación con el Padre
celestial si no hace caso a sus preceptos. Usted debe, por tanto, llenar su
mente con las cosas divinas y renunciar a las influencias mundanas. Además, una
vida de oración es fundamental para relacionarnos con Dios. Estas cosas no
suceden por casualidad, sino que exigen un esfuerzo deliberado.
En pocas palabras, cuando
satisfacemos nuestra sed con agua viva, ya no estamos sedientos. Cuando vivimos
en comunión con Dios, la tentación por esforzarnos para lograr la santidad con
nuestras propias fuerza cesa, permitiendo que nuestro servicio y adoración,
glorifiquen sinceramente a Dios.
“Gracia y Paz”
Meditación Diaria
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