Filipenses 3:4-8
"Aunque yo tengo también de
qué confiar en la carne. Si alguno piensa que tiene de qué confiar en la carne,
yo más: circuncidado al octavo día, del linaje de Israel, de la tribu de
Benjamín, hebreo de hebreos; en cuanto a la ley, fariseo; en cuanto a celo,
perseguidor de la iglesia; en cuanto a la justicia que es en la ley,
irreprensible. Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como
pérdida por amor de Cristo. Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como
pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor
del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo".
¿Sientes orgullo por algún don o
virtud que posees? Quizás tienes mucha facilidad para la música, o la pintura,
o la enseñanza, o la mecánica, o la oratoria, o tienes cualquier otra cualidad
que te hace sobresalir en un grupo, y por lo tanto recibir muchos halagos de
aquellos que te rodean. ¿Cómo reaccionas ante los halagos? ¿Cuál es tu actitud?
En su carta a los filipenses, el
apóstol Pablo declara una lista de cosas de las cuales perfectamente podría
jactarse. Pero la razón que él tiene para mencionarlas no es jactancia, sino
todo lo contrario. Pablo les asegura que todas esas cosas en un tiempo eran
para él “ganancia”, es decir cosas que daban valor a su persona y lo elevaban a
niveles sociales superiores en aquellos tiempos. Su linaje, sus conocimientos,
sus títulos... Pero ahora todas esas cosas, dice Pablo, “las he estimado como
pérdida.” ¿Por qué? “Por amor de Cristo.” Renunciar a privilegios que traen
beneficios y bienestar a nuestras vidas no es fácil, y si lo hacemos, con toda
seguridad tiene que haber una razón muy poderosa. La experiencia de Saulo de
Tarso en el camino a Damasco, su encuentro personal con Jesucristo y su
posterior transformación en uno de los más grandes evangelistas de todos los
tiempos produjeron en él una razón tan poderosa que Pablo declaró: “Ciertamente,
aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de
Cristo Jesús, mi Señor”.
Atenágoras era un filósofo que
vivía en Atenas en la segunda mitad del siglo II, el cual se propuso escribir
en contra de los cristianos y con ese motivo comenzó a leer sus escritos.
Mediante esa lectura, Dios le abrió los ojos y el filósofo se convirtió en un
cristiano. Entonces, en lugar de atacar a los discípulos de Jesús, los
defendió, y en el año 177 presentó al emperador romano Marco Aurelio, filósofo
él también, un escrito a favor del cristianismo. Atenágoras se jactaba de sus
conocimientos filosóficos, y esto era para él lo principal en su vida. Hasta
que conoció a Jesucristo a través de los escritos cristianos. Entonces su vida
y sus prioridades cambiaron. Y lo que antes atacaba se convirtió en objeto de
su defensa, mientras que lo que consideraba de valor, al igual que el apóstol
Pablo, llegó a considerarlo “como pérdida por la excelencia del conocimiento de
Cristo Jesús”.
Si no has tenido una experiencia
similar a la de estos hombres, comienza a escudriñar las Escrituras. Cada día
dedica un tiempo a leer la
Biblia y a orar. Poco a poco irás conociendo al Señor, y una
fuerza interior muy poderosa, su Santo Espíritu, irá cambiando tus prioridades
y llegarás a deleitarte en el conocimiento del Dios todopoderoso. En Jeremías
9:23-24, a
través del profeta, Dios dice: “No se gloríe el sabio de su sabiduría, ni se
gloríe el poderoso de su poder, ni el rico se gloríe de su riqueza; mas el que
se gloríe, gloríese de esto: de que me entiende y me conoce, pues yo soy el
Señor que hago misericordia, derecho y justicia en la tierra, porque en estas
cosas me complazco.” Si de algo debemos gloriarnos o jactarnos es de entender y
conocer profundamente a Dios. De nada más.
ORACIÓN:
Bendito Padre, gracias por tu santa palabra, por medio de la cual puedo
conocerte. Ayúdame a meditar en ella cada día de mi vida y a dejar a un lado
todo aquello que verdaderamente no tiene valor. Dame discernimiento espiritual
para conocerte y entenderte cada vez más. En el nombre de Jesús, Amén.
“Gracia y Paz”
Dios te Habla
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