Salmo 19:1-4
“Los cielos cuentan la gloria de
Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos. Un día emite palabra a otro
día, y una noche a otra noche declara sabiduría. No hay lenguaje, ni palabras,
ni es oída su voz. Por toda la tierra salió su voz, y hasta el extremo del
mundo sus palabras”.
Los cuatro primeros versículos
del Salmo 19 contienen un gran número de vocablos que expresan la idea de
comunicación: “cuentan”, “anuncia”, “emite palabra”, “declara”, “lenguaje”,
“palabras”, “voz”. Ciertamente Dios quiere comunicarse con los seres humanos.
Primeramente lo hace por medio de la creación, especialmente por la bóveda
celeste, la cual nos da una idea de lo infinito que es Dios. Sin embargo,
aunque este “mensaje sin palabras” es sumamente elocuente, generalmente el
hombre no lo recibe. ¿Por qué? Porque el hombre hizo de sí mismo el centro de
sus pensamientos, y vive tan concentrado en sus cosas que no es capaz de captar
el mensaje de Dios.
La segunda parte del salmo
muestra otra forma de comunicación que Dios emplea para darnos a conocer no
solamente su grandeza, sino también sus pensamientos. Veamos los versículos 7
al 10: “La ley del Señor es perfecta, que convierte el alma; el testimonio del
Señor es fiel, que hace sabio al sencillo. Los mandamientos del Señor son
rectos, que alegran el corazón; el precepto del Señor es puro, que alumbra los
ojos. El temor del Señor es limpio, que permanece para siempre; los juicios del
Señor son verdad, todos justos. Deseables son más que el oro, y más que mucho
oro afinado; y dulces más que miel, y que la que destila del panal”.
Este grupo de versículos se
refieren a su Palabra, llamada aquí “ley”, “testimonio”, “mandamientos”. Esta
palabra es revelada actualmente de manera maravillosa en aquel que la encarnó:
el mismo Hijo de Dios. Dice Hebreos 1:2: “En estos postreros días nos ha
hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo
hizo el universo”. Esta palabra nos habla fundamentalmente del supremo mensaje
de Dios: su propio Hijo, nuestro Señor Jesús, el Verbo encarnado, y de la
salvación a través de su muerte y resurrección. Así lo declara, como testigo
presencial, el apóstol Juan: “Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre
nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de
gracia y de verdad” (Juan 1:14).
¿Y qué es lo que Dios quiere
comunicarnos? ¿Mandamientos severos y duros? ¿Amenazas de castigo por nuestra
desobediencia? Todo lo contrario. Su Santa Palabra está llena de amor y
esperanza. Dios desea solamente nuestra bendición y nuestro gozo. Así lo
demuestran las expresiones: “que convierte el alma”, “hace sabio al sencillo”,
“alegran el corazón”, “alumbra los ojos”. Todo esto es una realidad en nuestras
vidas, cuando escuchamos atentamente las instrucciones de Dios y las obedecemos
fielmente. El pueblo de Israel se caracterizó por su desobediencia, por eso los
israelitas se perdieron muchas bendiciones de Dios. En Isaías 48:18, el Señor
les dice: “¡Oh, si hubieras atendido a mis mandamientos! Fuera entonces tu paz
como un río, y tu justicia como las ondas del mar”.
Dios nos ofrece el privilegio de
conocerlo no sólo por medio de su Creación, sino también a través de su Palabra
y de una relación íntima con su Hijo Jesucristo. Cuando escuchamos y entendemos
su mensaje, conocemos a Cristo y de esta manera conocemos al Padre. Así dijo
Jesús a sus discípulos: “Si me conocieseis, también a mi Padre conoceríais” (Juan
14:7).
Busca el rostro de Dios
diariamente por medio de la oración y la lectura de su Palabra. Pide al Señor
que te de discernimiento espiritual para escuchar su voz, y entender su
mensaje, sabiendo que este es el primer paso para llegar a ser un instrumento
en los planes que él tiene para tu vida, los cuales redundarán en bendiciones
para ti y tu familia.
ORACIÓN:
Amante Padre celestial, gracias por la maravilla de tu creación que nos
habla de tu poder y de tu gloria. Gracias también por tu santa palabra que es
perfecta, alimenta mi espíritu, alegra mi corazón y transforma mi carácter.
Ayúdame a escudriñarla cada día para conocerte mejor y vivir una vida de íntima
comunión contigo. Te lo pido en el nombre de Jesús, Amén.
“Gracia y Paz”
Dios te Habla
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