Filipenses 2:13
“Dios es el que en vosotros
produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad.”
Te has preguntado alguna vez:
¿Cómo sé que estoy haciendo la voluntad de Dios?, o ¿Cuál será la voluntad de
Dios en este asunto? La Biblia
dice que Dios obra en cada uno de nosotros, y lo hace a través de su Espíritu
Santo. Y su objetivo principal es llevar a cabo su plan, es decir su voluntad
en cada creyente. Claro que cada uno de nosotros puede rechazarla, pues Dios no
produce su obra en forma automática; él espera que seamos receptivos de manera
que podamos recibir y aceptar su voluntad en nuestras vidas.
Cuando buscamos verdaderamente
conocer la voluntad de Dios, lo primero que debemos hacer es echar a un lado
nuestra propia opinión sobre el asunto. Para lograrlo tenemos que orar a Dios
con toda sinceridad, mostrando nuestra decisión de no tener en consideración
nuestros conceptos e ideas al respecto y suplicándole que nos muestre su
voluntad. Y debemos orar de esta manera continuamente hasta que estemos seguros
de que hemos entendido la voluntad de Dios. Entonces él estará libre para
influir sobre nosotros de manera que podamos discernir con claridad sus deseos
e intenciones en nuestras vidas.
¿Y cuándo sabemos que los deseos
de nuestro corazón provienen de Dios y no de nosotros mismos? En primer lugar
cuando esos deseos concuerdan perfectamente con la Palabra de Dios. Para
cerciorarnos bien de que lo que estamos deseando proviene de la voluntad de
Dios debemos hacer un análisis honesto de nuestros sentimientos, y compararlos
con lo que nos dice la Biblia
al respecto. En segundo lugar, una confirmación de que estamos en la voluntad
de Dios es sentirnos invadidos por un profundo sentimiento de paz en nuestros
corazones. Romanos 12:2 dice que la voluntad de Dios es “agradable y perfecta”.
Por eso el Salmo 119:165 afirma: “Mucha paz tienen los que aman tu ley, y no
hay para ellos tropiezo”. El rey David experimentó estos dos aspectos en su
vida, y en el Salmo 40:8 pudo declarar: “El hacer tu voluntad, Dios mío, me ha
agradado, y tu ley está en medio de mi corazón”.
Debemos también observar con
mucha atención las circunstancias que se mueven a nuestro alrededor, porque
cuando Dios muestra su voluntad esas circunstancias cambian. Cuando de todo
corazón hemos pedido su dirección, él abre o cierra puertas para indicarnos si
le agrada o no el camino que hemos tomado. Si las circunstancias son adversas,
y por mucho que tratemos de avanzar tropezamos una y otra vez, entonces debemos
detenernos y consultar de nuevo con el Señor. Una vez Dios nos muestra su
voluntad debemos dejar de usar nuestra propia fuerza, pues él nos capacita para
lograr su propósito. El pasaje de hoy dice que Dios es quien produce en
nosotros tanto “el querer como el hacer, por su buena voluntad”.
Al actuar en la voluntad de Dios
debemos ser pacientes, y mantenernos en oración. Cuando Elías estaba orando a
Dios en el monte Carmelo para que trajera lluvia a la región (1 Reyes
18:41-46), lo hacía sabiendo que era la voluntad de Dios, pues el Señor ya le
había hablado antes al profeta. Elías le pidió a su siervo que subiera a la
cima del monte para que observara si veía alguna señal de lluvia. Dice la Biblia que subió seis veces
y no vio nada, pero Elías se mantuvo orando, y a la séptima vez su siervo vio
que una pequeña nube se elevaba del horizonte, y fue y se lo comunicó a Elías.
Entonces él le dijo al siervo: “Ve, y di a Acab: Unce tu carro y desciende,
para que la lluvia no te ataje. Y aconteció, estando en esto, que los cielos se
oscurecieron con nubes y viento, y hubo una gran lluvia”.
Cuando sabemos que estamos
haciendo la voluntad de Dios, debemos estar confiados en los resultados. Dios
se encarga de mover las circunstancias para que se lleve a cabo aquello que
estamos esperando conforme a sus planes para nuestras vidas. Y en algún momento
él comienza a mostrarnos pequeñas señales, y entonces sabremos que estamos a
punto de recibir lo que deseamos.
ORACIÓN:
Padre eterno, reconozco ante ti que muchas veces he preferido hacer mi
voluntad en situaciones de mi vida, y he tenido que pagar las consecuencias. Te
ruego me perdones y me des sabiduría para discernir tu voluntad que es perfecta
y agradable. Y dame las fuerzas para obedecerte aun en contra de mis deseos. En
el nombre de Jesús, Amén.
“Gracia y Paz”
Dios te Habla
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