Salmo 27:1-5
“El Señor es la fortaleza de mi
vida; ¿de quién he de atemorizarme?… Me esconderá en su tienda en el día del
mal; me ocultará en lo reservado de su morada; sobre una roca me pondrá en alto”.
Se dice que en la vida de toda
persona existen días buenos y días malos; que es necesario aprovechar al máximo
los primeros, pues no se podrá escapar a los segundos.
Al leer el Salmo 27 comprendemos
que su autor (David) veía venir el “día malo”, pero podía expresar su confianza
en Dios, la verdadera fortaleza de su vida. Su fe encontraba en Dios un refugio
simbolizado por un lugar de abrigo: la tienda o la roca. Por lo tanto no temía
al pensar en el día de la prueba.
En su carta a los Efesios
(6:13-18) el apóstol Pablo también evoca el “día malo”, cuando el poder de
Satanás se siente más. De ahí la necesidad de estar preparados para una
confrontación: por una parte debemos estar “firmes” ante sus ardides, y por la
otra “resistir” a su poder y al de sus huestes. Para ello es necesario estar
revestidos de “toda la armadura de Dios”, imagen de los recursos que Dios pone
a disposición de los suyos para un combate de tal magnitud. De esos recursos,
aprovechemos especialmente la lectura de la Biblia , la Palabra de Dios, la cual alimenta nuestra alma y
nos purifica, así como la oración bajo sus diversas formas (peticiones,
suplicaciones, confesión), que nos mantiene en contacto permanente con Dios.
El secreto de la fuerza del
creyente es que Dios está a su disposición y que en todo tiempo puede ponerse
en contacto con Él. Entonces halla el socorro en el momento oportuno.
“Gracia y Paz”
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