Proverbios 17:17
"En todo tiempo ama el
amigo, y es como un hermano en tiempo de angustia".
Todos sabemos que es muy difícil
sobrevivir en la soledad y el aislamiento. Necesitamos a alguien en quien
confiar, a quien llamar cuando las cosas no marchan bien, con quien orar, con
quien compartir una buena película, o simplemente para conversar o sentirse
acompañado. Cuando Dios dijo en Génesis 2:18: "No es bueno que el hombre
esté solo; le haré ayuda idónea para él”, seguramente no estaba pensando
exclusivamente en sexo, o en actividades relacionadas específicamente con el
matrimonio, sino más bien en la necesidad del hombre de una compañía, de
alguien semejante a él con quien compartir, con quien gozarse en momentos de
alegría y llorar en momentos de tristeza. Alguien de quien recibir ayuda en un
momento difícil.
Esto es precisamente la amistad,
un afecto desinteresado entre las personas, un sentimiento de confianza, de aprecio,
de amor, de hermandad. El pasaje de hoy nos dice que el verdadero amigo ama en
todo tiempo, en las buenas y en las malas, y es como un hermano en los tiempos
de angustia o de aflicción. De hecho, muchas veces un amigo ha resultado más
fiel que un hermano o cualquier otro familiar. Jesús dio mucho valor a la
amistad. Hablando de su relación con sus discípulos les dijo: "Ya no os
llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero os he
llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre, os las he dado a
conocer" (Juan 15:15). Es decir, entre amigos verdaderos existe confianza
para compartir hasta las cosas más íntimas.
Las amistades suelen comenzar de
imprevisto, y muchas veces sin buscarlas. En el camino de la vida vamos encontrándolas.
Y todo comienza cuando alguien "nos cae bien". Sentirse a gusto con
una persona, conversar y compartir sentimientos es muchas veces el principio de
una buena amistad. Pero para que una amistad sea duradera y resista los embates
de todos los vientos adversos de la vida, es necesario algo más que simplemente
tener algunas cosas en común. Principios y convicciones morales y espirituales
firmes constituyen un fuerte fundamento para una buena amistad. La Biblia nos aconseja no
entablar amistad con personas chismosas, inmorales y que actúan neciamente, y
al mismo tiempo nos provee de principios para desarrollar amistades verdaderas.
Dice Proverbios 16:28: "El hombre perverso levanta contienda, y el
chismoso aparta a los mejores amigos". El apóstol Pablo nos da un
excelente consejo en 1 Corintios 5:11: "Más bien os escribí que no os
juntéis con ninguno que, llamándose hermano, fuere fornicario, o avaro, o
idólatra, o maldiciente, o borracho, o ladrón; con el tal ni aun comáis".
El egoísmo en un sentimiento que
destruye una amistad. El desinterés mutuo la fortalece. El deseo de ayudarse
desinteresadamente, sin esperar nada a cambio debe prevalecer siempre. La
verdadera amistad se orienta hacia el tú, no hacia el yo, y consiste más en dar
que recibir. La verdadera amistad es, en gran medida, servicio afectuoso y
desinteresado. No hay riqueza más valiosa que la lealtad de un buen amigo. Ser
leal implica ser una persona de palabra, que responda con fidelidad a los
compromisos que la amistad lleva consigo. Leales son los amigos que no
critican, ni murmuran, que no traicionan una confidencia personal, que son
honestos y veraces. Otros principios esenciales para una verdadera y duradera
amistad son los siguientes:
Paciencia:
Toma tiempo para escuchar. Muchas veces es lo único que tienes que
hacer.
Tolerancia:
Aprende a valorar las diferencias en otros, y a aceptarlas.
Calor
humano: Expresa afecto con un abrazo o una palmada en el hombro.
Transparencia:
Revela siempre tus verdaderos sentimientos. Habla siempre la verdad.
Confrontación: Insta a tiempo y fuera de tiempo, dice
la Biblia. Confronta
con amor.
Agradecimiento:
Muestra gratitud hacia los demás.
Ciertamente un buen amigo es una
bendición de Dios. Valora las buenas amistades y cultívalas de manera que se
fortalezcan y perduren por toda tu vida.
ORACIÓN
Padre mío, dame sabiduría para escoger mis amistades, y enséñame a
tratarlas de manera que la vida de Jesucristo se manifieste en todo lo que yo
haga y diga. En el nombre de Jesús, Amén.
“Gracia y Paz”
Dios te Habla”
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