“Jehová reinará
eternamente y para siempre. Porque Faraón entró cabalgando con sus carros y su
gente de a caballo en el mar, y el Señor hizo volver las aguas del mar sobre
ellos; mas los hijos de Israel pasaron en seco por en medio del mar. Y María la
profetisa, hermana de Aarón, tomó un pandero en su mano, y todas las mujeres
salieron en pos de ella con panderos y danzas. Y María les respondía: Cantad al
Señor, porque en extremo se ha engrandecido; ha echado en el mar al caballo y
al jinete”.
Este pasaje
menciona uno de los más grandes milagros de Dios descritos en la Biblia. Después de
ser liberados de la esclavitud en Egipto, cuando se dirigían hacia la tierra
prometida, los israelitas se encontraron frente a la inmensidad del Mar Rojo,
mientras que a sus espaldas los ejércitos del Faraón se aproximaban en sus
carros de guerra dispuestos a aniquilarlos. Extremadamente difícil situación,
de la cual los libró el Señor abriendo las aguas del mar para que ellos pasaran
al otro lado y cerrándolas después para que los egipcios murieran ahogados.
Entonces hubo una gran celebración de alabanza a Dios. Y decían: “Cantad al
Señor, porque en extremo se ha engrandecido”.
Después de la
celebración los israelitas debían seguir adelante en dirección a la tierra
prometida. Dicen los versículos siguientes al pasaje de hoy: “E hizo Moisés que
partiese Israel del Mar Rojo, y salieron al desierto de Shur” (v.22). Viajaron
ellos durante tres días sin encontrar agua, y cuando la encontraron, no era
agua potable sino que era amarga. Entonces empezaron a murmurar y a quejarse,
olvidándose del milagro que habían presenciado y de todas las bendiciones que
habían recibido. “Y Moisés clamó al Señor, y el Señor le mostró un árbol; y lo
echó en las aguas, y las aguas se endulzaron” (v.25). Una vez más Dios mostró a
aquel rebelde pueblo que podían confiar en él en los momentos de prueba.
Entonces Moisés les habló diciendo: “Si oyeres atentamente la voz del Señor tu
Dios, e hicieres lo recto delante de sus ojos, y dieres oído a sus
mandamientos, y guardares todos sus estatutos, ninguna enfermedad de las que
envié a los egipcios te enviaré a ti; porque yo soy el Señor tu sanador”
(v.26). Preciosa promesa del Dios todopoderoso que se cumplirá siempre en
aquellos que guardan sus enseñanzas, tanto en aquella época como en la
actualidad.
La tendencia del
ser humano es acudir al Señor en momentos de dificultad, pero una vez suplida
la necesidad se olvida de quien la suplió, y continúa su vida conforme a sus
propios conceptos. Tenemos que estar concientes de que después de toda
intervención milagrosa de parte de Dios hay un camino de fe que recorrer. Una
vez que el poder de Dios se ha manifestado en nuestra salud, finanzas,
relaciones familiares o en cualquier otro aspecto, no sólo debemos alabar y dar
gracias al Señor sino también obedecerlo en cada paso del plan que él tiene
para nuestras vidas. Ese milagro debe hacer nacer en nuestros corazones un
ferviente deseo de amar a Dios y obedecerle. En el plan divino, el milagro no
es siempre el objetivo final en la mente de Dios. Generalmente es una manera en
la que él se revela a sí mismo para que sus hijos le conozcamos íntimamente; es
un medio de enseñarnos que siempre podemos confiar en su liderazgo y por lo
tanto debemos seguir fielmente sus instrucciones. Si él abre las aguas del mar
para que podamos pasar y librarnos del enemigo, ¿no nos guiará también a través
de las dificultades que encontraremos más adelante?
Es posible que Dios
se haya revelado en tu vida de diferentes maneras, quizás haya realizado
milagros, algunos de los cuales pudieron haber pasado desapercibidos. ¿Cuántas
veces te habrá librado de accidentes sólo con retardar unos minutos tu salida
de la casa, o enviando a sus ángeles a cuidar de ti? ¿Cuántas veces habrá
movido Dios las circunstancias para favorecerte? La pregunta es: “¿Qué vas a
hacer tú ahora?” Alaba a Dios, y gózate en su favor como hicieron los
israelitas, pero, a diferencia de ellos, comienza a caminar por fe con la
absoluta seguridad de que Aquel que te trajo con bien hasta este punto, es
poderoso para llevarte en victoria el resto del camino.
ORACION:
Padre santo, no
permitas que me olvide de las bendiciones que has derramado en mi vida. Ayúdame
no sólo a ser agradecido sino a amarte, a buscar tu rostro cada día y a
obedecerte en todo. En el nombre de Jesús, Amén.
“Gracia y Paz”
Dios Te Habla
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