“¿No ha elegido Dios a los pobres
de este mundo, para que sean ricos en fe y herederos del reino que ha prometido
a los que le aman?”.
Mateo 7:14
“Estrecha es la puerta, y angosto
el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan”.
Sólo había tres discípulos con
Jesús en la montaña (Mateo 17:1) para ser testigos de la majestad de aquel a
quien el Padre glorificaba y de quien dijo: “Este es mi Hijo amado, en el cual
tengo complacencia” (2 Pedro 1:17). Sólo eran tres en el huerto de Getsemaní,
allí donde Jesús pidió a su Padre que si fuese posible lo librase de esos
sufrimientos expiatorios de la cruz (Mateo 26:39). Sólo hubo un discípulo cerca
de la cruz (Juan 19:26). Después de su resurrección, Jesús sólo se apareció a
los suyos (Hechos 10:40-41; Hechos 1:1-9).
No eran muchos en esos momentos
cruciales de la vida del Señor Jesús en la tierra, pero eran lo suficientemente
numerosos para que queden bien sentados los hechos que seguidamente deberían
dar a conocer alrededor de ellos.
Los que hoy quieren seguir al
humilde Jesús de Nazaret, a menudo son personas insignificantes, pobres y
despreciadas. Para entrar en el reino de los cielos es necesario hacerse
pequeño como un niño (Mateo 18:3). Si el mundo nos desprecia, recordemos que
Dios no lo hace. Jesús fue despreciado antes que nosotros (Juan 15:18). “No os
extrañéis si el mundo os aborrece” (1 Juan 3:13). “No por ser vosotros más que
todos los pueblos os ha querido el Señor y os ha escogido, pues vosotros erais
el más insignificante de todos los pueblos; sino por cuanto el Señor os amó”
(Deuteronomio 7:7-8).
“Gracia y Paz”
La Buena Semilla
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