1 Tesalonicenses 4:13
“No os entristezcáis como los otros que no tienen esperanza”.
Los creyentes de Tesalónica le
habían contado al apóstol Pablo sus inquietudes respecto a la muerte de sus
familiares. Se preguntaban qué sucedería con ellos cuando Cristo viniese a buscar
a los suyos. El apóstol los tranquilizó revelándoles de parte del Señor que
todos los rescatados de Cristo, muertos o vivos, oirán el llamado del Señor e
irán a su encuentro (cap. 4:13-18). Y concluye diciendo: “Alentaos los unos a
los otros con estas palabras”.
Por otro lado les habló de los
que pierden a uno de los suyos y “que no tienen esperanza”. Si no hay esperanza
respecto a los que se fueron, no hay consolación posible. Por eso permanecen
sumidos en la tristeza, haciéndose miles de preguntas: ¿Dónde están?
¿Desaparecieron en la nada? ¿Están en una especie de descanso? ¿Están sufriendo
en los tormentos? ¿Se han reencarnado? ¡Cuántas preguntas sin respuesta
carcomen a los que no quieren creer lo que Dios dice!
Dios no deja al hombre en la
duda. Efectivamente, no hay ninguna esperanza para los que mueren en sus
pecados (Juan 8:21, 24), es decir, sin haber creído en Jesucristo, sino “una
horrenda expectación de juicio” (Hebreos 10:27). Pero para los que han
depositado su confianza en el Hijo de Dios, quien murió por ellos en la cruz
del Gólgota, no se trata sólo de esperanza, sino que tienen una seguridad:
“estar con Cristo” por toda la eternidad, “lo cual es muchísimo mejor”
(Filipenses 1:23).
“Gracia y Paz”
La Buena Semilla
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