“Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros. Pecadores, limpiad las
manos; y vosotros los de doble ánimo, purificad vuestros corazones”.
Dos días antes de la Pascua,
Jesús fue el invitado de honor en una cena en casa de Simón el leproso. Jesús
había sanado a Simón y este, para mostrar su gratitud, preparó una concurrida
fiesta. Simón era tío de María, Marta y Lázaro, los amigos íntimos de Jesús. No
obstante que creía que Jesús era el Mesías, nunca se había convertido y no
había recibido un corazón nuevo. De hecho, Simón fue quien arrastró a su
sobrina María a la vida de pecado de la cual Jesús la había liberado.
Hay personas que son malas
hasta la médula. Saben qué es lo mejor, pero prefieren hacer lo malo. Jamás
tienen palabras de disculpa o excusa, jamás son amables y consideradas (a no
ser que ello les reporte algún beneficio o contribuya a conseguir algún fin, y
entonces es puro fingimiento). Jamás se las ve por la iglesia, nunca leen la
Biblia y no tienen idea de qué es orar. Hay otras que parecen buenas de pies a
cabeza. Son corteses, amables, reflexivas, mansas y espirituales. Asisten
fielmente a la iglesia, son amantes miembros de la familia y buenos ciudadanos.
Jamás tienen problemas y parece que les encanta ayudar a los demás.
Y luego están quienes llevan
una doble vida. Son muy religiosos. Devuelven el diezmo, dan ofrendas, visitan
a los enfermos, socorren a los pobres, estudian la lección de la Congregación,
nunca faltan a la iglesia y hasta pueden llegar a ser directores de algún
departamento. Sin embargo, en casa siempre están de mal humor y son bruscos,
desconsiderados y egoístas con los demás miembros de la familia. Exigen hacer
las cosas a su manera, se divierten con actividades inadecuadas y contaminan a
los demás con su influencia. Simón era un ejemplo perfecto de alguien que lleva
una doble vida.
En Apocalipsis 3:16 Jesús dijo
que prefiere que seamos calientes o fríos. Esto no significa que quiere que
seamos malos. Significa que, para nuestro propio bien, no debemos llevar una
doble vida. La conversión es más probable en una persona realmente mala que en
aquella que, siendo mala, pretende ser buena. Esa persona no siente la
necesidad de convertirse. Señor, haz que mi vida sea tuya al cien por cien.
(Basado en Mateo 26:6-13)
“Gracia y Paz”
(Richard O´Ffill)
No hay comentarios:
Publicar un comentario