¿VERDADERAMENTE DESEA OIR LO QUE
DIOS ESTÁ DICIENDO? (parte 3)
David Wilkerson
¡Otros dicen en privado que
desean oír lo que Dios está diciendo - pero su orgullo les impide oír!
El Rey Sedequías ilustra mejor
este tipo de persona. Él era un hombre de gran poder, influencia y autoridad.
Su padre, Josías, fue un hombre piadoso – así que sabemos que Sedequías tenia
un trasfondo en santidad y en las cosas de Dios. Aun así, cuando este hombre
heredó el trono, no tuvo tiempo para el Señor – ¡esto es, hasta que le llegó
una crisis!
Jerusalén fue sitiada de repente
– ¡rodeada por el ejército cruel de los caldeos, fuertes y poderosos!
Eventualmente hubo escasez de pan y agua. Sedequías llamó al profeta Jeremías,
implorándole a él, “Ruega por nosotros a Jehová nuestro Dios” (Jeremías 37:3).
Así como muchos que enfrentan tiempos difíciles, Sedequías pareció desear la
verdad. ¡Sonaba tan sincero – llamando la nación a orar!
Pero Jeremías profetizó
destrucción al rey. Cerca de ese tiempo, vino palabra a los caldeos que el
Faraón se acercaba por el oeste con su gran ejército. El pánico vino sobre los
caldeos y huyeron: “Y cuando el ejército del Faraón había salido de Egipto y
llegaron noticias de ello a oídos de los caldeos que tenían sitiada a
Jerusalén, se retiraron de Jerusalén.” (verso 5).
¡Imagínese el júbilo en Jerusalén
cuando los israelitas vieron a su enemigo huir! Se pueden oír a los líderes,
jueces y magistrados: “Nuestras paredes no se cayeron – nuestra ciudad no está
en llamas. ¡Jeremías y sus mensajes de fuego y azufre! ¡Jeremías se equivocó!”
Creo que el vino fluyó y había
comida abundante esa noche mientras abrían las puertas anunciando una semana de
celebración oficial: “¡La crisis terminó – vamos a celebrar!” Según como es la
naturaleza humana, todos pusieron la crisis fuera de sus mentes y volvieron a
su rutina diaria. El Rey Sedequías tiene que haberse avergonzado por su llamado
a la oración pensando: “¿Cómo pude sentirme alarmado e intimidado por ese
profeta?”
Ahora, ¿quién crees que fue el
hombre mas ridiculizado y burlado en la ciudad esa noche? ¡El que profetizó
destrucción! Mientras Jeremías observaba desde un techo solitario, él tiene que
haber pensado: “Señor, tu me dijiste que profetizara juicio – pero mira lo que
ha pasado. Los caldeos se fueron, la crisis económica terminó. Me dijiste que
les avisara que nuestras mujeres y niños serían asesinados y que la ciudad
sería quemada. Pero no ha habido derramamiento de sangre y tampoco una escasez.
¿Me imaginé todo esto?”
De repente, la Escritura dice: “La Palabra del Señor vino a
Jeremías” – ¡otra vez! Fue instruido a ir al rey Sedequías y profetizara que
los caldeos regresarían – ¡y que terminarían de hacer el trabajo!
Jeremías debe haber gemido: “No
Señor – ¡otra vez no! ¿Quién ha de creerme ahora? Pero se fue al patio del rey
y le gritó: ¡Sedequías! ¡Los caldeos regresarán – y van a quemar a Jerusalén!”
Sedequías debe haber movido su
cabeza en incredulidad – ¡ya él había escuchado esto antes! Así que
sencillamente le dio la espalda a Jeremías y siguió festejando con los demás.
Pero no mucho tiempo después, un informante llegó con las noticias: “¡Los
caldeos han vuelto! El asedio continuó – ¡y esta vez los caldeos no se fueron!
Sedequías envió por Jeremías otra
vez – esta vez en secreto – y le preguntó: “¿Hay alguna palabra de parte del
Señor?” (Jeremías 37:17). En otras palabras: “Realmente, deseo saber lo que el
Señor está diciendo.”
Jeremías le contestó: “Si, hay
palabra. ¡Serás capturado por el rey de Babilonia!". Pero Sedequías
todavía no quiso recibirla. ¡Tan solo se endureció – porque no era lo que él
deseaba escuchar!
Eventualmente, las condiciones en
la ciudad capturada empeoraron. Las madres hambrientas hervían y se comían a
sus bebés. No quedaba nada – y el fin estaba a la vista. Mientras el rey
caminaba por la pared en cilicio, él miraba toda la depravación – y llamó a
Jeremías una última vez. Llevó al profeta a su recámara a través de una entrada
secreta. “Y le dijo el rey a Jeremías, te pediré una cosa; no me ocultes nada.”
(Jeremías 38:14) En otras palabras, “Dime la verdad aunque sea dura, sin
palabras suaves. ¡Quiero oír lo que Dios esta diciendo esta vez!”
Amados, hay tantos que dicen,
“¡Yo quiero oír la Palabra
de Dios! Yo quiero la verdad recta, inflexible y pura.” ¡Pero puede estar
seguro, estos jamás van a recibir lo que Dios dice porque el orgullo les impide
que oigan cuando la vedad viene!
Jeremías le dijo al rey que se
entregara a los caldeos – y que él y su familia y su pueblo vivirían. Hasta la
misma ciudad sería liberada. Pero si él no se entregaba, sería todo destruido –
¡y él moriría!
Sedequías le contestó: “Yo no
puedo hacer eso – temo a los judíos que ya se han rendido. Se burlarán de mí,
me avergonzarán – me harán pedazos.” Así que rechazó la palabra de Dios para
él. ¡Aunque todos morían y la ciudad quedaba en ruinas, su orgullo permaneció
intacto!
Sedequías terminó tratando de
escapar a la media noche, pero fue capturado. ¡Sus hijos fueron asesinados
delante de sus ojos, sus esposas fueron saqueadas y sus ojos fueron quemados –
todo por el orgullo!
“Gracia, Misericordia y Paz”
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