¡Una
advertencia profética para Nueva York!
David Wilkerson
Ahora mismo, creo que Dios esta
hablando una amonestación a la ciudad de Nueva York. Y luché con su palabra
severa mientras preparaba este mensaje. Oré, “Señor, es cierto que esto va a
suceder? “ Una y otra vez, escuché la voz suave: “¡Predícalo, amonesta!
¡Aquellos que desean la verdad la recibirán!
Estimado santo, esta amonestación
no es para atemorizar a nadie. Es sólo para que lo lleves al Señor y ores. Esto
es lo que el Señor me enseñó:
Treinta días de disciplina caerán
sobre la ciudad de Nueva York como jamás el mundo ha visto. ¡Dios va a tumbar
las paredes! Habrá violencia y robos inimaginables – sobre mil fuegos estarán
ardiendo al mismo tiempo, a través de la ciudad y sus condados. Times Square
estará en llamas y las llamas que ascenderán al cielo se verán por millas. ¡Los
bomberos no podrán con ellas!
Los trenes y los autobuses
estarán fuera de servicio por varias semanas. Billones de dólares se perderán.
Los espectáculos de Broadway serán cerrados por semanas a la vez. Esto causará
que los negocios se vayan de la ciudad en forma de una hemorragia incontenible.
La violencia será tan feroz, que causará espanto a todo el mundo. Nuestras
calles estarán alineadas no tan sólo con la guardia nacional sino con el
ejército militar. Los fuegos de Los Ángeles fueron confinados a unas secciones
de esa ciudad – pero los de Nueva York estarán ardiendo en todos sus condados.
Estas cosas se esperan en
naciones del Tercer Mundo pero no en una nación civilizada como los Estados
Unidos. Sin embargo, en un futuro no muy lejano, la ciudad de Nueva York se irá
a la bancarrota – la “ciudad reina” del mundo será tirada a tierra. ¡Será
verdaderamente una ciudad del Tercer Mundo – una ciudad de pobreza!
¿Cuándo será que esto va a
suceder, preguntaras? ¡Todo lo que puedo decir es que yo no estaré aquí cuando
suceda! Y cuando suceda no importa donde estemos – en nuestro apartamento o en
nuestro trabajo – ¡no debemos sentir pánico o temor!
Una de las cosas más conmovedoras
acerca de lo que Jeremías profetizó fue esto: ¡Él estaba allí cuando todo
sucedió – Y él estuvo a salvo!
¡Jeremías sobrevivió los horrores
que él amonestó que vendrían! “... y allí estaba cuando Jerusalén fue tomada.”
(Jeremías 38:28). Él debió observar con horror desde su prisión a la armada de
los caldeos cuando llegaron a la ciudad. ¡Él había amonestado por veintitrés
años, pero nadie deseaba escuchar – y ahora la sangre estaba corriendo!
La casa del rey estaba en llamas.
Todos los líderes fueron sacados de sus escondites. Los sonidos y lo que se
veía era horrible; ¡cómo habría gemido Jeremías por piedad y misericordia! “O,
Dios, yo lo vi todo – lo profeticé! Señor, ¿no perdonarás?
Sin embargo, aquí hay buenas
nuevas:
Jeremías estuvo presente cuando
la ciudad fue quebrantada – ¡pero él estuvo a salvo! ¡Y no sólo él estuvo a
salvo, también lo estuvo Ebed-melec, el hombre que le sacó de la cisterna!
Cuando todo estaba derrumbándose, Jeremías envió un mensaje a Ebed-melec quien
se encontraba escondido con miedo. “Pero en aquel día yo te librare, dice
Jehová, y no serás entregado en manos de aquéllos a quienes tú temes. Porque
ciertamente te libraré y no caerás a espada, sino que tu vida te será por
botín, porque tuviste confianza en mí, dice Jehová." (Jeremías 39:17-18).
¿Puedes imaginarte el consuelo de
Ebed-melec cuando oyó esta palabra? Sin embargo, nosotros también tenemos el
mismo mensaje que fue dado a Ebed-melec: ¡Aquéllos que aman la palabra de Dios
y caminan en fidelidad y obediencia serán milagrosamente guardados por el Señor
en tiempos difíciles! “¡Yo te libraré! ¡ No temas – tu vida será guardada
porque tu confías en mí!”
Ahora mismo, Dios está sacudiendo
a todo el mundo con temblores. Todas las naciones está sintiendo los dolores de
parto del juicio.
Pero cuando veas estas cosas y
oigas que la ciudad de Nueva York está en llamas, puedes caer de rodillas y
regocijarte – no por el juicio, sino por la promesa de Dios: “Señor, yo deseaba
oír lo que tú tenías que decir – ¡y tú me amonestaste! ¡Yo obedecí tu palabra –
y no necesito temer!
“Gracia y paz”
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