sábado, 12 de mayo de 2012



¡Una advertencia profética para Nueva York!
David Wilkerson

Ahora mismo, creo que Dios esta hablando una amonestación a la ciudad de Nueva York. Y luché con su palabra severa mientras preparaba este mensaje. Oré, “Señor, es cierto que esto va a suceder? “ Una y otra vez, escuché la voz suave: “¡Predícalo, amonesta! ¡Aquellos que desean la verdad la recibirán!

Estimado santo, esta amonestación no es para atemorizar a nadie. Es sólo para que lo lleves al Señor y ores. Esto es lo que el Señor me enseñó:

Treinta días de disciplina caerán sobre la ciudad de Nueva York como jamás el mundo ha visto. ¡Dios va a tumbar las paredes! Habrá violencia y robos inimaginables – sobre mil fuegos estarán ardiendo al mismo tiempo, a través de la ciudad y sus condados. Times Square estará en llamas y las llamas que ascenderán al cielo se verán por millas. ¡Los bomberos no podrán con ellas!

Los trenes y los autobuses estarán fuera de servicio por varias semanas. Billones de dólares se perderán. Los espectáculos de Broadway serán cerrados por semanas a la vez. Esto causará que los negocios se vayan de la ciudad en forma de una hemorragia incontenible. La violencia será tan feroz, que causará espanto a todo el mundo. Nuestras calles estarán alineadas no tan sólo con la guardia nacional sino con el ejército militar. Los fuegos de Los Ángeles fueron confinados a unas secciones de esa ciudad – pero los de Nueva York estarán ardiendo en todos sus condados.

Estas cosas se esperan en naciones del Tercer Mundo pero no en una nación civilizada como los Estados Unidos. Sin embargo, en un futuro no muy lejano, la ciudad de Nueva York se irá a la bancarrota – la “ciudad reina” del mundo será tirada a tierra. ¡Será verdaderamente una ciudad del Tercer Mundo – una ciudad de pobreza!

¿Cuándo será que esto va a suceder, preguntaras? ¡Todo lo que puedo decir es que yo no estaré aquí cuando suceda! Y cuando suceda no importa donde estemos – en nuestro apartamento o en nuestro trabajo – ¡no debemos sentir pánico o temor!

Una de las cosas más conmovedoras acerca de lo que Jeremías profetizó fue esto: ¡Él estaba allí cuando todo sucedió – Y él estuvo a salvo!

¡Jeremías sobrevivió los horrores que él amonestó que vendrían! “... y allí estaba cuando Jerusalén fue tomada.” (Jeremías 38:28). Él debió observar con horror desde su prisión a la armada de los caldeos cuando llegaron a la ciudad. ¡Él había amonestado por veintitrés años, pero nadie deseaba escuchar – y ahora la sangre estaba corriendo!

La casa del rey estaba en llamas. Todos los líderes fueron sacados de sus escondites. Los sonidos y lo que se veía era horrible; ¡cómo habría gemido Jeremías por piedad y misericordia! “O, Dios, yo lo vi todo – lo profeticé! Señor, ¿no perdonarás?

Sin embargo, aquí hay buenas nuevas:

Jeremías estuvo presente cuando la ciudad fue quebrantada – ¡pero él estuvo a salvo! ¡Y no sólo él estuvo a salvo, también lo estuvo Ebed-melec, el hombre que le sacó de la cisterna! Cuando todo estaba derrumbándose, Jeremías envió un mensaje a Ebed-melec quien se encontraba escondido con miedo. “Pero en aquel día yo te librare, dice Jehová, y no serás entregado en manos de aquéllos a quienes tú temes. Porque ciertamente te libraré y no caerás a espada, sino que tu vida te será por botín, porque tuviste confianza en mí, dice Jehová." (Jeremías 39:17-18).

¿Puedes imaginarte el consuelo de Ebed-melec cuando oyó esta palabra? Sin embargo, nosotros también tenemos el mismo mensaje que fue dado a Ebed-melec: ¡Aquéllos que aman la palabra de Dios y caminan en fidelidad y obediencia serán milagrosamente guardados por el Señor en tiempos difíciles! “¡Yo te libraré! ¡ No temas – tu vida será guardada porque tu confías en mí!”

Ahora mismo, Dios está sacudiendo a todo el mundo con temblores. Todas las naciones está sintiendo los dolores de parto del juicio.

Pero cuando veas estas cosas y oigas que la ciudad de Nueva York está en llamas, puedes caer de rodillas y regocijarte – no por el juicio, sino por la promesa de Dios: “Señor, yo deseaba oír lo que tú tenías que decir – ¡y tú me amonestaste! ¡Yo obedecí tu palabra – y no necesito temer!

“Gracia y paz”

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