¿A QUIEN SERVIMOS?
Salmos 101:6
“Mis ojos pondré en los fieles de
la tierra, para que estén conmigo;
El que ande en el camino de la
perfección, éste me servirá”.
En el vértigo afanoso en el que
vivimos muchas veces perdemos el rumbo de lo verdadero y podemos llegar a
confundir lo que es auténticamente de Dios con lo que no lo es. Deberíamos
establecer a quién servimos cuando trabajamos.
Podemos preguntarnos:
¿Trabajamos para hombres?
¿Trabajamos para nuestro
ministerio personal?
¿Trabajamos para engrandecer
socialmente la Iglesia ?
¿Trabajamos para destacarnos en
la congregación?
¿Trabajamos para distinguirnos
ante nuestros líderes?
¿Trabajamos para ser honrados por
nuestros hermanos?
¿Trabajamos por la satisfacción
de sentirnos útiles?
¿Trabajamos por sentirnos
superiores a otros hermanos?
¿Trabajamos porque simplemente
nos gusta trabajar?
¿Trabajamos buscando la
proyección ministerial?
¿Trabajamos para sentirnos
importantes en algo?
¿Por qué y para quién trabajamos?
Es indudable que las respuestas
son personales. Pero lo cierto es que todos deberíamos responder que trabajamos
para servir a Dios y no a hombre ninguno. Por importante que sea o por
importante que creamos que sea.
Gracia y paz
(Diego Acosta García)
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