Juan 3:5
“…el que no naciere de agua y del
Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios”.
La fe no es algo que podemos
adquirir por haber nacido de padres creyentes, o por vivir en un país
cristiano. Tampoco podemos tenerla por asistir a la iglesia, aunque he oído con
frecuencia tales afirmaciones incorrectas. En vez de eso, en los creyentes
verdaderos se da lo siguiente:
Un claro entendimiento del
evangelio es esencial para que una persona crea y reciba la buena nueva de
Jesucristo. Su muerte en la cruz fue el único sacrificio requerido para quitar
nuestros pecados. Dios ofrece su gracia como un regalo para cualquier persona
que quiera recibirlo.
Un símbolo visible de lo que
sucede cuando alguien recibe el Salvador --es decir, el bautismo--ilustra lo
que es morir a la vida vieja, y resucitar a una vida en Jesucristo. Los
creyentes deben dar este paso como una manera pública de identificarse con Él (Mateo
28:19).
El hombre o la mujer de fe que
deciden entregarse a Cristo, abrazan la Palabra de Dios y viven plenamente para el Señor.
Los creyentes verdaderos ya no se enredan con las prácticas de la religión por
costumbre, sino que adoran y se regocijan en una vibrante relación personal con
el Señor.
(Leer: Juan 3:1-21)
“Gracia y Paz”
(encontacto.org)
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