jueves, 17 de mayo de 2012

LA IGLESIA QUE NECESITAMOS – Primera Parte



Hechos 1:42. 46, 17
 “Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones… Y perseverando unánimes cada día en el templo, y partiendo en las casas, comían juntos, con alegría y sencillez de corazón, alabando a Dios, y teniendo favor con todo el pueblo”.

Quienes visitamos continuamente iglesias para ministerio, nos damos cuenta de la gran crisis que se está viviendo en la iglesia actual. Sin duda hay excepciones, pero la generalidad es esta. Muchas iglesias están en decadencia, pierden los jóvenes, mantienen la orientación y formas de hace años, tienen un liderazgo viejo, se respira tristeza y desánimo en su interior. Algunas veces, se recurre al textos como el de la profecía: “Paraos en los caminos, y mirad, y preguntad por las sendas antiguas, cuál sea el buen camino, y andad por él, y hallaréis descanso para vuestra alma” (Jeremías 6:16), para justificar un estancamiento en la vida y orientación eclesial, entendiendo que el mejor sistema y la mejor forma de éxito consiste en mantenerse en lo que se hizo siempre y de la misma manera como se hacía antes. Sin embargo, la situación no mejora.

Otra alternativa consiste en desprenderse de todo lo que se venía haciendo y producir una renovación, que en muchos casos es más bien una revolución, para que el cambio sea el motor de la transformación eclesial. Ninguna de las dos formas es eficaz. Cuando Dios pide que atendamos a las sendas antiguas, hay que entenderlo como una llamada a un retorno a las condiciones que se daban para ser bendecidos por Él. Esto mismo debe hacerse con la iglesia. Es preciso preguntarnos a la luz de la Biblia que características tenía la iglesia cuando se multiplicaba, se consolidaba y era una referencia en la sociedad. Los versículos del comienzo dan las principales condiciones que ocurrían en la iglesia cuando se produjo el avance imparable del evangelio. Esas son las “sendas antiguas” a las que debemos volver para ver la acción de Dios y su presencia poderosa entre nosotros.

“Gracia y Paz”
(Samuel Pérez Millos)

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