Hechos 1:42. 46, 17
“Y perseveraban en la doctrina de los
apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las
oraciones… Y perseverando unánimes cada día en el templo, y partiendo en las
casas, comían juntos, con alegría y sencillez de corazón, alabando a Dios, y
teniendo favor con todo el pueblo”.
Quienes visitamos
continuamente iglesias para ministerio, nos damos cuenta de la gran crisis que
se está viviendo en la iglesia actual. Sin duda hay excepciones, pero la
generalidad es esta. Muchas iglesias están en decadencia, pierden los jóvenes,
mantienen la orientación y formas de hace años, tienen un liderazgo viejo, se
respira tristeza y desánimo en su interior. Algunas veces, se recurre al textos
como el de la profecía: “Paraos en los caminos, y mirad, y preguntad por las
sendas antiguas, cuál sea el buen camino, y andad por él, y hallaréis descanso
para vuestra alma” (Jeremías 6:16), para justificar un estancamiento en la vida
y orientación eclesial, entendiendo que el mejor sistema y la mejor forma de
éxito consiste en mantenerse en lo que se hizo siempre y de la misma manera
como se hacía antes. Sin embargo, la situación no mejora.
Otra alternativa consiste en
desprenderse de todo lo que se venía haciendo y producir una renovación, que en
muchos casos es más bien una revolución, para que el cambio sea el motor de la
transformación eclesial. Ninguna de las dos formas es eficaz. Cuando Dios pide
que atendamos a las sendas antiguas, hay que entenderlo como una llamada a un
retorno a las condiciones que se daban para ser bendecidos por Él. Esto mismo
debe hacerse con la iglesia. Es preciso preguntarnos a la luz de la Biblia que
características tenía la iglesia cuando se multiplicaba, se consolidaba y era
una referencia en la sociedad. Los versículos del comienzo dan las principales
condiciones que ocurrían en la iglesia cuando se produjo el avance imparable
del evangelio. Esas son las “sendas antiguas” a las que debemos volver para ver
la acción de Dios y su presencia poderosa entre nosotros.
“Gracia y Paz”
(Samuel Pérez Millos)
No hay comentarios:
Publicar un comentario