“…No tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse
de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra
semejanza, pero sin pecado.”
Amado, no importa lo que usted esté pasando. Jesús ha
estado en sus zapatos y eso lo hace a Él un sumo sacerdote misericordioso.
Usted no tiene que decirle a Él acerca de todo su dolor. Jesús conoce su
sufrimiento pues Él mismo lo ha padecido.
Hablemos acerca de
un preciado hombre que se encuentra preocupado pues ha caído en gran tentación.
Él ha pecado gravemente en contra de Dios y siente que su corazón se está
enfriando. Este hombre piensa, “¡No puedo lograrlo! Soy demasiado inconsistente
y Satanás está echando todo el infierno sobre mí. He sido dominado por mi
tentación en muchas ocasiones, pero aún amo a Jesús. ¡Señor, yo quiero ser
libre y limpio!”
Este hombre está
agotado, sin esperanza, y el diablo se para a su lado acusándolo: “Dios, él ha
caído en pecado. Él no puede resistir la tentación. Su manto está manchado,
sucio.”
Pero el Abogado
entra en escena y se coloca entre el hombre y el acusador, y dice: “Padre, yo
conozco lo que este hombre está padeciendo. El diablo también me condujo por el
desierto y me tentó severamente. Yo fui tentado a blasfemar, a caer y a adorar
a Satanás. Yo conozco esta tentación así como el corazón de este hombre. Existe
una chispa de fe todavía en él, una pizca de amor por mí.”
“Padre, ve a este
hombre como justo por mi sangre. Libéralo del poder de las tinieblas y del
malvado. Yo quiero que él sea acepto, perdonado, restaurado, y que le sea dado
poder de lo alto para resistir al diablo. Yo clamo por su liberación.”
Al siguiente día,
este hombre toma su Biblia y lee una verdad poderosa que nunca antes había
visto. Él se postra en sus rodillas y Dios viene a él para liberarlo -porque el
sumo sacerdote ha orado.
Su Abogado conoce
su dirección. Él ha contado el número de cabellos que hay en su cabeza. Él
conoce cada pensamiento. Él siente cada dolor que usted padece. Él escucha cada
uno de sus clamores. Por tanto, ¡amado, anímese porque Jesús está orando por
usted!
“Gracia y Paz”
David Wilkerson
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