Cómo
servir a la iglesia
1 Corintios 12:18-26 (RV60)
“Mas ahora Dios ha colocado los
miembros cada uno de ellos en el cuerpo, como él quiso. Porque si todos fueran
un solo miembro, ¿dónde estaría el cuerpo? Pero ahora son muchos los miembros,
pero el cuerpo es uno solo. Ni el ojo puede decir a la mano: No te necesito, ni
tampoco la cabeza a los pies: No tengo necesidad de vosotros. Antes bien los
miembros del cuerpo que parecen más débiles, son los más necesarios; y a
aquellos del cuerpo que nos parecen menos dignos, a éstos vestimos más
dignamente; y los que en nosotros son menos decorosos, se tratan con más
decoro. Porque los que en nosotros son más decorosos, no tienen necesidad; pero
Dios ordenó el cuerpo, dando más abundante honor al que le faltaba, para que no
haya desavenencia en el cuerpo, sino que los miembros todos se preocupen los
unos por los otros. De manera que si un miembro padece, todos los miembros se
duelen con él, y si un miembro recibe honra, todos los miembros con él se gozan”.
Cuando hablo de servir a la
iglesia con los talentos y los dones que Dios nos ha dado, la gente piensa a
menudo en términos muy pequeños. Imaginan a la cantante del coro o al maestro
de la escuela dominical. Pero si resulta que las personas no tienen esos dones,
pierden todo interés.
Es hora de que dejemos de pensar
en términos del “domingo solamente”. La iglesia no es un lugar ni un tiempo; es
un cuerpo de creyentes, cada uno con dones especiales dados por Dios para
guiar, ayudar, desafiar y apoyar al resto. En realidad, la mayor parte del
servicio al Señor no tiene lugar dentro del edificio de la iglesia, sino afuera
en el mundo, donde hacemos todas las cosas que la Biblia ordena.
La mayoría de los creyentes no
está en condiciones de influir en muchas personas. Cuando actuamos o hablamos,
solo los más cercanos a nosotros lo notan, pero se produce una reacción en
cadena que afecta a toda una comunidad. La metáfora de Pablo en cuanto a las
partes del cuerpo trabajando juntas en armonía es una descripción útil de cómo
una pequeña acción puede tener un gran impacto.
Piense en cómo la tensión en el
dedo gordo del pie mantiene estable a todo el pie, y eso estabiliza a todo el
cuerpo. De la misma manera, una amable amonestación, un oído atento, o una
acción amorosa, benefician a la iglesia al fortalecer a un hermano.
Estamos en este mundo para servir
al reino de Dios y a su iglesia. Y lo hacemos, sirviéndonos unos a los otros en
cosas pequeñas. Al hablar de ese servicio, le reto a que encuentre una
necesidad en su iglesia o comunidad que Dios pueda satisfacer por medio de
usted.
“Gracia, Misericordia y Paz”
(encontacto.org)
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