Éxodo 14:13-14
"Y Moisés dijo al pueblo: No
temáis; estad firmes, y ved la salvación que el Señor hará hoy con vosotros;
porque los egipcios que hoy habéis visto, nunca más para siempre los veréis. El
Señor peleará por vosotros, y vosotros estaréis tranquilos".
Cuando leemos el Antiguo
Testamento vemos una y otra vez a Dios defendiendo y protegiendo a su pueblo de
todos sus enemigos y librándolos de situaciones humanamente imposibles de
resolver. En el pasaje de hoy los israelitas, después de haber sido liberados
de Egipto, se encontraban en una de estas situaciones. Frente a ellos la
inmensidad del Mar Rojo y a sus espaldas los ejércitos del Faraón que se
aproximaban en sus carros de guerra dispuestos a aniquilarlos. Fue entonces que
Moisés, después de clamar a Dios, les habló alentándolos por medio de su
declaración de fe en el Dios todopoderoso, el cual respondió abriendo en dos
las aguas para que los israelitas pasaran al otro lado, y cuando los soldados
egipcios intentaron seguirlos las aguas se juntaron y todos ellos murieron. De
una situación sin esperanza humana a la victoria total por el poder y la
misericordia de Dios.
En 2 Crónicas capítulo 20 la
Biblia nos narra que Josafat, rey de Judá, recibió la noticia de que ejércitos
muy poderosos se acercaban con el fin de destruir a su pueblo. Inmediatamente
Josafat declaró ayuno y oración en todo Judá y comenzaron a clamar a Dios por
ayuda. El Señor contestó a su pueblo por medio del profeta Jahaziel, el cual
les dijo: “No temáis ni os amedrentéis delante de esta multitud tan grande,
porque no es vuestra la guerra, sino de Dios” (2 Crónicas 20:15). Y a
continuación les dio algunas instrucciones: Ellos debían salir al día
siguiente, temprano en la mañana y caminar en dirección a los enemigos. Es
decir, solamente tendrían que confiar en Dios, estar quietos y no temer, “porque
el Señor estará con vosotros”, les dijo el profeta. Así hicieron los
israelitas al día siguiente, y dice la Biblia que los soldados enemigos
comenzaron a pelear entre sí, y “se mataron los unos a los otros” (v.22).
Y de ellos no quedó ni uno solo. ¡Milagro de Dios! Y termina este capítulo de
la siguiente manera: “Y el reino de Josafat tuvo paz, porque su
Dios le dio paz por todas partes” (v.30).
Así como Dios defendió y trajo
grandes victorias a su pueblo en el pasado, hoy también él quiere repetir esto
en la vida de cada uno de sus hijos. Así prometió Jesús a sus discípulos al
darles "La Gran Comisión" antes de ascender al cielo: “He
aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo” (Mateo
28:20). El Señor se encuentra a nuestro lado como poderoso gigante
dispuesto siempre a pelear por nosotros, si depositamos en él nuestra
confianza. Sólo la fe en Dios nos provee esa calidad de vida espiritual que se
traduce en paz y tranquilidad, independientemente de la situación en que nos
encontremos. Hoy tú puedes comenzar en este día con la confianza de que si le
entregas a Dios el mando para que pelee en favor tuyo él obtendrá la victoria
para ti, pues nuestro Señor es especialista en ganar batallas. La mayor de
todas las batallas la ganó Jesucristo en la cruz del Calvario, venciendo la
muerte y derrotando a satanás y a todos sus demonios, los cuales ahora carecen
de toda autoridad para hacer daño a un hijo de Dios.
Si tú has aceptado a Jesucristo
como tu salvador esa victoria es tuya, pues él ocupó tu lugar en la cruz del
Calvario. Así es que descansa tranquilamente, pues estás en las mejores manos.
Simplemente echa sobre él tus preocupaciones, y deja que él se encargue del
resto. Ahora bien, si no has dado el paso de fe aceptando a Jesucristo como tu
Salvador, sólo tienes que creer en tu corazón que Jesús es el Señor, que murió
en la cruz con el fin de pagar por tus pecados y que Dios le levantó de los
muertos. Entonces lo confiesas con tus labios, y “serás salvo”, declara Romanos
10:9-10. Ahora mismo eleva al cielo una oración de arrepentimiento y entrega al
Señor. Nunca te arrepentirás de haberlo hecho. Y podremos todos juntos decir
con seguridad: "Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?",
como dice Romanos 8:31.
ORACION:
Padre santo, ayúdame a
apartarme yo y darte paso a ti para que tú tomes la dirección y te hagas cargo
de mis batallas. En medio de mis tensiones dame la tranquilidad de tu Espíritu
Santo y la seguridad de que tú estás peleando por mí. En el nombre de Jesús.
Amén.
¡Gracia y Paz!
Dios te Habla
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