Debido a la naturaleza humana, nuestra gratitud crece en
los buenos tiempos, y disminuye en los malos. Entonces, ¿cómo podríamos
obedecer este mandato de la Palabra de Dios? LA CLAVE ES APRENDER A ACTUAR CON
NUESTRA NATURALEZA ESPIRITUAL EN VEZ DE HACERLO CON LA NATURALEZA HUMANA. Todo
depende de nuestra fe y nuestra confianza en Dios. Si estamos seguros de que
Dios está en control de todas las circunstancias, que nada en esta vida sucede
sin que él lo permita y además que “todas las cosas les ayudan a bien a los que
aman a Dios”, entonces nos resultará mucho más fácil dar gracias aunque las
circunstancias que nos rodean sean negativas. Si mientras estamos bajo los
efectos de la gripe pensamos que al quedarnos en cama Dios puede estarnos
librando de un terrible accidente en la calle, podremos decir: “Gracias, Señor
por tu protección”.
¡Gracia y Paz!
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