Isaías 58:6
“¿No es más bien el ayuno que yo escogí,
desatar las ligaduras de impiedad, soltar las cargas de opresión, y dejar ir
libres a los quebrantados, y que rompáis todo yugo?”
Si en verdad queremos ayunar, hagamos lo que Dios nos
dice: en vez de ayunar y andar por aquí y por allá con una apariencia piadosa,
dejemos de pecar. Dejemos los afanes. Dejemos de chismear. Dejemos de hacer las
cosas que revelan la perversidad y la maldad de nuestro corazón. Demostremos
nuestra fe en Dios con nuestro comportamiento. Seamos sinceros en nuestras relaciones.
Seamos honestos en lo que decimos.
El Señor no quiere vernos en cilicios ni cubiertos de ceniza,
Él quiere vernos limpios por dentro. Nunca estaremos limpios si no confesamos
que estamos sucios. Nunca alcanzaremos la pureza si no admitimos nuestra
inmundicia. Y nunca podremos lavar los pies de quienes están heridos mientras
no permitamos que Jesús, a quien herimos todos los días, lave los nuestros.
Isaías 58:7
“¿No es que partas tu pan con el hambriento,
y a los pobres errantes albergues en casa; que, cuando veas al desnudo, lo
cubras, y no te escondas de tu hermano?”
Dejemos de darle la espalda a los pobres y a los
menesterosos, y mostremos bondad a nuestros propios hermanos. ¡Tengamos una
verdadera comunión con nuestro Padre Celestial y dejemos de tener una religión tan
fría como el Polo Norte! TENGAMOS UN CORAZÓN PARA DIOS.
Cuando tengamos corazón para Dios, también tendremos corazón
para otras personas. Dejemos de ser odiosos y religiosos. La falta de amor que
tenemos hoy en día es dañina a la causa de Cristo.
¡Gracia y Paz!
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