2 Corintios 2:14-17
“Pero gracias a Dios, que en Cristo siempre
nos lleva en triunfo, y que por medio de nosotros manifiesta en todo lugar la
fragancia de su conocimiento. Porque fragante aroma de Cristo somos para Dios
entre los que se salvan y entre los que se pierden; para unos, olor de muerte
para muerte, y para otros, olor de vida para vida. Y para estas cosas ¿quién
está capacitado? Pues no somos como muchos, que comercian con la palabra de
Dios, sino que con sinceridad, como de parte de Dios y delante de Dios hablamos
en Cristo”.
Antiguamente, cuando un general romano volvía victorioso
de una gran conquista con frecuencia llevaba a cabo un desfile triunfal. El
vencedor y su ejército desfilaban por las calles inundadas por millares de
personas que les aclamaban. Mientras los músicos tocaban sus instrumentos,
carros y soldados transportaban los tesoros tomados al monarca vencido, y éste
y sus generales eran conducidos encadenados. El desfile se efectuaba en medio
de una nube de incienso que quemaban a sus dioses. Tanto los vencedores como
los cautivos podían oler la fragancia de las especies que ardían. El olor, sin
embargo, significaba algo muy diferente para ambos grupos. Para los
triunfadores, el olor era agradable; para los prisioneros, tenía hedor a
esclavitud y muerte.
El pasaje de hoy nos enseña que el grato olor de Cristo
(el evangelio) es “olor de muerte para muerte” para aquellos que se pierden,
porque representa un desfile hacia el castigo final. Sin embargo, aquellos que
son salvos hallan en el conocimiento de Cristo el grato “olor de vida para
vida”, que representa el camino que conduce a la vida eterna. La Biblia está
perfumada con el aroma de Dios. Cuando hacemos el hábito de leerla diariamente
y la aplicamos a nuestro diario vivir, el “aroma” que despedimos es olor
fragante agradable a Dios. Cuando mostramos a los que nos rodean los principios
y las actitudes que aprendemos de la Biblia realmente estamos esparciendo el
olor a salvación entre quienes nos rodean. Lamentablemente este olor no es
percibido por todos de la misma manera. Al igual que para los cautivos y los
vencedores durante la procesión romana el olor del incienso tenía diferente
significado, así en nuestros tiempos a muchos les resulta desagradable la
fragancia de la Palabra de Dios, mientras que otros disfrutamos de su exquisito
perfume.
De manera similar Pablo escribe en 1 Corintios 1:18: “La
palabra de la cruz es locura a los que se pierden; pero a los que se salvan,
esto es, a nosotros, es poder de Dios”. Aquí también vemos claramente la enorme
diferencia en la manera en que perciben la palabra de Dios los que viven en
pecado y los que hemos sido limpiados y justificados por la sangre de Cristo.
Pablo también escribe en el pasaje de hoy acerca de la diferencia entre
aquellos que “comercian con la palabra de Dios”, es decir los que usan la
verdad del evangelio para su beneficio propio, y los que “con sinceridad, como
de parte de Dios, y delante de Dios, hablamos en Cristo”. Seamos nosotros como
estos últimos hablando a los demás de nuestro Señor Jesucristo y de la
salvación a través de su sacrificio en la cruz. Dios quiere que llevemos al
mundo “la fragancia de su conocimiento”. No hay mejor aroma para adoptar como
nuestro, ni hay mejor perfume para compartir con los demás que la deliciosa
fragancia de las Escrituras.
Imprégnate del fragante olor divino que proviene de la
Palabra de Dios. Escudríñala día tras día, medita en ella, reflexiona,
memorízala, aplícala a tu vida y compártela con los demás. Sigue las
instrucciones del apóstol Pablo en su carta a los Efesios capítulo 6, tomando
“el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios;
orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu” (Efesios
6:17-18). Si lo haces de esta manera no sólo estarás alimentando y
fortaleciendo tu espíritu sino además llevando a otros la oportunidad de que
participen de las maravillas del reino celestial.
ORACIÓN:
Gracias, mi Dios, por tu Santa Palabra. Ayúdame a dedicar
tiempo a leerla cada día y a vivir según tus enseñanzas, esparciendo tú aroma a
mí alrededor. Te ruego que toques los corazones de mis familiares y amigos que
no te conocen para que puedan disfrutar del olor de vida para vida que trae el
conocimiento de Cristo. En el nombre de Jesús. Amén.
¡Gracia y Paz!
Dios te Habla
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