¿CONFÍAS TUS PROBLEMAS A DIOS?
Mateo 6:25-33
“Por tanto os digo: No os afanéis por
vuestra vida, qué habéis de comer o qué habéis de beber; ni por vuestro cuerpo,
qué habéis de vestir. ¿No es la vida más que el alimento, y el cuerpo más que
el vestido? Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en
graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más
que ellas? ¿Y quién de vosotros podrá, por mucho que se afane, añadir a su
estatura un codo? Y por el vestido, ¿por qué os afanáis? Considerad los lirios
del campo, cómo crecen: no trabajan ni hilan; pero os digo, que ni aun Salomón
con toda su gloria se vistió así como uno de ellos. Y si la hierba del campo
que hoy es, y mañana se echa en el horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más
a vosotros, hombres de poca fe? No os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos,
o qué beberemos, o qué vestiremos? Porque los gentiles buscan todas estas
cosas; pero vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas
cosas. Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas
cosas os serán añadidas”.
¿Conoces a alguien que no tenga problemas? Indudablemente
todos tenemos problemas y necesidades. Algunas personas tienen problemas de
salud, otras en el trabajo, o en las relaciones familiares, o quizás
necesidades económicas, o sociales, etc., etc. Esto generalmente causa
preocupaciones que pueden traer a nuestras vidas un estado de afán y de
ansiedad que, si no se controla, puede llegar a amargarnos y a veces incluso a
enfermarnos.
En la escritura de hoy, Jesús nos exhorta a no afanarnos
y nos invita a confiar en él cuando enfrentemos los problemas y las necesidades
de cada día. La palabra griega usada en el original para definir “afán” quiere
decir “preocuparse excesivamente”. Esto no significa que el Señor nos diga que seamos
despreocupados o indiferentes, sino que nos anima a enfrentar tranquilamente
cada día nuestras responsabilidades y necesidades, a ser precavidos y tener
buen sentido al planear, pero sin preocuparnos excesivamente. Cuando Jesús dice
“Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros;
y vuestro Padre celestial las alimenta”, obviamente no sugiere que seamos
irresponsables cuando se trata de nuestro trabajo. Él usa el ejemplo de las
aves ya que ellas no están preocupadas por lo que habrán de comer, pues
instintivamente saben que su Creador les proveerá el alimento necesario para
subsistir. ¡Cuánto más tendrá en cuenta Dios a aquellos por los que ha hecho el
sumo sacrificio de dar la vida de su Hijo! ¿Habrá acaso alguna duda de que él
va a proveer para nosotros?
Es natural que cuando tenemos una necesidad mostremos
algún tipo de preocupación, pero ésta nunca debe llegar al afán o a la
ansiedad. Esa es la manera de actuar de aquellos que no conocen al Señor, pero
nunca debe ser la actitud de los Hijos de Dios, quien es el creador del
Universo, dueño del oro y la plata y todas las riquezas de este mundo; del Dios
que nos ha dado infinitas pruebas de su amor por nosotros. Esto debemos creerlo
de todo corazón y ponerlo en práctica en medio de las dificultades y necesidades.
Lo primero que debemos hacer es reconocer nuestra debilidad y ceder al Señor el
control de nuestras acciones y de nuestros pensamientos. Entonces su paz y su
fortaleza nos inundarán, y todo afán desaparecerá. Así dice Filipenses 4:6-7:
“Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de
Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que
sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros
pensamientos en Cristo Jesús”.
El pasaje de hoy termina con estas palabras de Jesús:
“Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os
serán añadidas”. Esta debe ser nuestra mayor preocupación, buscar el reino de
Dios, buscar el rostro del Señor en oración y leer su Palabra cada día de
nuestras vidas. Entonces él se encarga del resto.
ORACIÓN:
Abba Padre, perdóname Señor porque todo el tiempo me
preocupo por mis problemas y mis necesidades y me olvido que tú eres mi
proveedor. Padre Santo, ayúdame a fortalecer mi Fe para confiar en ti como un
niño pequeño en brazos de su padre. Te suplico que me ayudes a cambiar los afanes
y ansiedades de mi vida por el anhelo profundo de buscarte y confiar plenamente
solo en ti. En el nombre de Jesús, Amén.
¡Gracia y Paz!
Dios te Habla
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