En esta Escritura, el Señor nos previene de la práctica
de doctrinas o dogmas que han llegado hasta nosotros a través de la tradición,
de generación en generación, las cuales, muchas de ellas las hemos tomado de
nuestros padres y presumimos que son correctas (pues no podemos esperar nada
malo de ellos). Pero lo mismo pasó a nuestros padres cuando eran pequeños, y a
sus padres y a los padres de sus padres, y así sucesivamente. Una vez que una
tradición se convierte en una costumbre en nuestra vida a través de los años,
es sumamente difícil reconocer su carácter de tradición, y aún más difícil
dejar de practicarla.
Jesús predicó fuertemente en contra de las tradiciones
que abundaban en el pueblo judío. Por ejemplo en el sermón del monte (Mateo
capítulo 5), el Señor dice: “Oísteis que fue dicho: Ojo por ojo, y diente por
diente. Pero yo os digo: No resistáis al que es malo; antes, a cualquiera que
te hiera en la mejilla derecha, vuélvele también la otra... Oísteis que fue
dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo. Pero yo os digo: Amad a
vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen...” En otras palabras:
“Ustedes han oído eso toda su vida, pero yo les digo que esta es la verdad que
viene del corazón de Dios...”
El pasaje de hoy nos enseña que esas falsas doctrinas
tradicionales no están de acuerdo a las enseñanzas de Cristo, a sus palabras, a
la verdad absoluta que es el Verbo, a lo que nos dice la Palabra de Dios. Por
lo tanto, debemos rechazarlas, aunque nos parezcan “buenas” y nos sintamos “cómodos”
con ellas. Claro que la única manera de reconocer que algo no está de acuerdo a
la Palabra de Dios, es conociendo la Palabra de Dios. Por eso debemos leer la
Biblia cada día de nuestras vidas, escudriñarla, meditar en ella y pedir al
Señor que nos de discernimiento para entenderla espiritualmente.
Hay algunas religiones y sectas que usan la Biblia como
base doctrinal, pero incorporan algún otro libro escrito por alguien a quien,
supuestamente, “Dios le habló” con el fin de “enriquecer” o “completar” las
enseñanzas de la Biblia. Pero, ¿acaso debemos presumir que el omnisciente y
omnipotente Dios, en su infinita perfección, olvidó algo al inspirar a todos
aquellos hombres y mujeres, de manera que ahora requiera ser añadido a su
Palabra con el fin de lograr su objetivo en la humanidad? Por supuesto que no.
La Biblia dice en 2 Timoteo 3:16-17 que “toda la Escritura es inspirada por
Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en
justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado
para toda buena obra”. Y Dios, a través del apóstol Pablo, nos dice en el
pasaje de hoy: “...y vosotros estáis completos en él.” En Cristo, y solamente
en Cristo tenemos la plenitud de Dios, porque él es Dios. En él y en su palabra
estamos completos, y no necesitamos nada más.
Si tú quieres vivir una vida que agrade a Dios, asegúrate
bien que tu comportamiento esté regido estrictamente por las enseñanzas de Su
Palabra, y no por doctrinas tradicionales que aprendiste tiempo atrás y nunca
te has preocupado por cuestionar. Medita en la lectura de la Biblia todos los
días, pide al Espíritu Santo que te ayude a discernir su contenido, y hazte el
firme propósito de rechazar todo aquello que no esté de acuerdo con estas
enseñanzas, aunque lo hayas creído toda tu vida.
ORACIÓN:
Padre Eterno, yo quiero aprender cada vez más de tu Santa
Palabra, para vivir de acuerdo a tus principios. Dame discernimiento para
reconocer y echar fuera de mi vida toda doctrina basada en las tradiciones de
los hombres. En el nombre de Jesús, Amén.
¡Gracia y Paz!
Dios te Habla
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