Estoy aprendiendo lo peligroso que es ser esclavos de un
pecado. El Señor me recuerda constantemente que es muy fácil ser esclavo sin
siquiera notar que lo soy. Yo pensaba que este versículo (Juan 8:36) se aplicaba
para los que tienen “grandes pecados”, pero finalmente se que no hay tamaños de
pecado, pues si fallo en uno es como si fallara en todos: “Porque el que cumple
con toda la ley pero falla en un solo punto ya es culpable de haberla
quebrantado toda” (Santiago 2:10).
Sin embargo, Dios en su bondad nos recuerda tanto en este
pasaje, como en tantos otros que se encuentran en su Palabra, que podemos
dominar el pecado, no en nuestras fuerzas, sino en Sus fuerzas, con Su poder y
Su gracia. “Por tanto, también nosotros, que estamos rodeados de una multitud
tan grande de testigos, despojémonos del lastre que nos estorba, en especial
del pecado que nos asedia, y corramos con perseverancia la carrera que tenemos
por delante. Fijemos la mirada en Cristo, el iniciador y perfeccionador de
nuestra fe, quien por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, menospreciando
la vergüenza que ella significaba, y ahora está sentado a la derecha del trono
de Dios. Así, pues, consideren a aquel que perseveró frente a tanta oposición
por parte de los pecadores, para que no se cansen ni pierdan el ánimo” (Hebreos
12:1-3).
¡Gracia y Paz!
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