Un corazón duro nunca será agradable a Dios. Si nuestro
propósito en la vida es agradar a Dios, debemos entender que la voluntad de
Dios es que nuestro corazón sea un corazón sensible, humilde y, sobre todo, un
corazón dispuesto a que Dios actué como Él quiere y no como nosotros queremos.
La dureza de corazón provoca un desierto en la vida, y un
corazón sensible es un oasis de bendición.
¡Gracia y Paz!
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