Alguna vez te has hecho esta pregunta: “¿Acaso a Dios no
se le pudo ocurrir una mejor idea que la cruz para la salvación del hombre?”
Muchos estudiosos de la Biblia han incluido esta pregunta durante algunos
debates, refiriéndose específicamente al castigo brutal que Jesús soportó en el
Gólgota. Lo cierto es que, muy lejos de nuestro entendimiento humano y en su
infinita sabiduría, Dios completó un plan perfecto en la cruz. Las
circunstancias de aquel día nunca estuvieron fuera de su control o en conflicto
con su voluntad.
En primer lugar, la cruz revela el amor incondicional y
la misericordia de Dios. La Biblia afirma que “todos somos pecadores” (Romanos
3:23), y desde el principio de la creación Dios estableció que “la paga del
pecado es muerte...” (Romanos 6:23). Por lo tanto todos merecíamos ese castigo,
es decir condenación eterna, pero Dios decidió poner esa gran deuda sobre su
propio Hijo, el cual nunca cometió pecado, con el fin de justificarnos y darnos
vida eterna. Continúa Romanos 6:23: “…mas la dádiva de Dios es vida eterna en
Cristo Jesús Señor nuestro”. La muerte en la cruz fue un acto de amor tan
grande que la mente humana no es capaz de entender. Por eso el apóstol Juan
simplemente escribió: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su
Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga
vida eterna” (Juan 3:16).
Segundo, la cruz demuestra la fidelidad de Dios. Él había
prometido enviar al Mesías para redimir a la humanidad. En el pasaje de hoy, el
profeta Isaías describe la muerte del Mesías en la cruz, y dice que “por su
llaga fuimos nosotros curados”. Ochocientos años después de esta declaración
esa promesa fue cumplida en Jesucristo.
La cruz también desenmascaró a Satanás y al mismo tiempo
le quitó su poder y autoridad. La Biblia dice en Colosenses 2:8-15 que en la
cruz Jesús anuló la deuda que había sobre nosotros, “y despojando a los
principados y a las potestades, los exhibió públicamente, triunfando sobre
ellos en la cruz”. La palabra griega usada aquí en el original se aplica al
despojo de las armas y armaduras de un enemigo derrotado. Y aunque la última y
definitiva derrota de Satanás ocurrirá en el fin de los tiempos, la cruz
establece la victoria de Cristo sobre el diablo y todos sus demonios. Y esta
victoria está disponible para todos aquellos que acepten el sacrificio que
Cristo hizo.
Finalmente, la cruz establece un nuevo pacto en la
relación con Dios, el cual ofrece a todas las personas la oportunidad de
experimentar la eternidad por medio de Jesucristo. Mateo 27:51 nos dice que en
el momento de la muerte de Cristo, “el velo del templo se rasgó en dos, de
arriba abajo”. Este velo sólo permitía al Sumo Sacerdote tener acceso a Dios.
El hecho de romperse significó el inicio del nuevo acceso a Dios a través de
Jesucristo, nuestro Intercesor.
La muerte en la cruz fue dolorosa, pero fue necesaria
como paso previo a la Resurrección, la cual selló el maravilloso triunfo de
Cristo. Después de la victoria en la cruz, Jesucristo fue exaltado hasta lo
sumo y Dios "le dio un nombre que es sobre todo nombre", dice
Filipenses 2:9. Cristo está ahora en el trono celestial. Él ha sido elevado
sobre todo principado, autoridad y poder. Y allí, a la diestra del Padre,
intercede constantemente por todos y cada uno de quienes han confiado en él
(Romanos 8:34).
Muchos nunca entenderán el significado de la cruz, pero
para los que hemos aceptado a Jesucristo como Salvador, es poder y autoridad
que viene de Dios. Como dijo el apóstol Pablo: “Porque la palabra de la cruz es
locura a los que se pierden; pero a los que se salvan, esto es, a nosotros, es
poder de Dios” (1 Corintios 1:18).
ORACIÓN:
Padre Eterno, no hay palabras con qué agradecerte el
enorme sacrificio de tu Hijo en la cruz del Calvario. Gracias porque a través
de él hoy soy libre de toda condenación. Ayúdame a vivir de manera que ese
triunfo se refleje en mi testimonio cada día. En el nombre de Jesús, Amén.
¡Gracia y Paz!
Dios te Habla
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