Juan 10:1-6
“De cierto, de cierto os digo: El que no
entra por la puerta en el redil de las ovejas, sino que sube por otra parte,
ese es ladrón y salteador. Más el que entra por la puerta, el pastor de las
ovejas es. A éste abre el portero, y las ovejas oyen su voz; y a sus ovejas
llama por nombre, y las saca. Y cuando ha sacado fuera todas las propias, va
delante de ellas; y las ovejas le siguen, porque conocen su voz. Más al extraño
no seguirán, sino huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños. Esta
alegoría les dijo Jesús; pero ellos no entendieron qué era lo que les decía”.
¿Alguna vez has visto un niño que se ha extraviado de su
madre en medio de una multitud? Aunque ella esté fuera de su vista, si el
pequeño puede oír su voz la reconoce inmediatamente. Es como si fuera un radar
interior que examina los sonidos a su alrededor, eliminando los desconocidos y
detectando aquella voz familiar. En los tiempos de Jesús, los pastores llegaban
a tener tal relación con sus ovejas que las llamaban por sus nombres y éstas
entendían. Las ovejas eran capaces de reconocer la voz de su pastor por encima
de las voces de otros pastores cuyos rebaños apacentaban en los alrededores.
En la escritura de hoy, Jesús se dirige a un grupo de
judíos y les cuenta una parábola en la cual expone la diferencia entre el
verdadero pastor de ovejas y aquel que finge serlo, una clara alusión al
marcado contraste entre él y los fariseos, los cuales afirmaban ser los
pastores legítimos del pueblo de Israel. Aquí vemos que sólo el verdadero
pastor puede acercarse al rebaño sin causar alarma alguna, “porque conocen su
voz” y las ovejas le siguen. Al igual que un niño reconoce a su madre por la
voz, las ovejas inmediatamente reconocen a su pastor por su voz. Y el pastor
también conoce a sus ovejas y las llama por sus nombres. Ahora bien, si un
extraño se acerca a las ovejas, estas de inmediato presienten el peligro y
huyen de él, porque no conocen su voz.
Más adelante en este mismo capítulo, Jesús abunda más en
esta analogía, y refiriéndose al aspecto espiritual se llama a sí mismo el
“buen pastor”, aludiendo a todos aquellos que han creído en él como el Mesías
prometido, el Salvador de sus almas. Dice el Señor: “Yo soy el buen pastor; el
buen pastor su vida da por las ovejas” (Juan 10:11). Entonces establece una
gran diferencia entre él y otros que se llaman falsamente “pastores”, cuando
dice: “Mas el asalariado, y que no es el pastor, de quien no son propias las
ovejas, ve venir al lobo y deja las ovejas y huye, y el lobo arrebata las
ovejas y las dispersa” (Juan 10:12). Por último, Jesús se refiere a aquellos
que han llegado a tener una relación tan íntima con él como las ovejas con su
pastor. Dice en Juan 10:27-28: “Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me
siguen, y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará
de mi mano”.
Aquellos que han creído y han aceptado a Jesucristo como
salvador son ahora sus ovejas, y a medida que le vayan conociendo, reconocerán
su voz y le seguirán, porque confían en él y saben que “nada les faltará, y en
lugares de delicados pastos los hará descansar”, como proféticamente lo dijo David
en el Salmo 23 muchos siglos antes del nacimiento de Jesús. Al mismo tiempo, el
Señor las conoce y les da vida eterna, y nunca perecerán y nadie podrá
arrebatarlas de su mano.
¡Qué maravillosa seguridad y qué preciosas promesas para
las ovejas del buen pastor! Para aquellos que buscan su rostro en oración y
escudriñan su palabra día tras día, de modo que llegan a reconocer con
facilidad su voz y se dejan guiar por él. ¿Te es difícil reconocer la voz del
Señor? Si es así, busca una relación íntima con él. Dedica tiempo a meditar en
su palabra y a orar cada día de tu vida. ¡No hay otra manera! Verás como poco a
poco tu oído espiritual se irá afinando y te resultará fácil escuchar y
reconocer la voz de tu pastor. Cuando tú escuches esa voz que habla a tu
corazón, y obedezcas las instrucciones fielmente, entonces recibirás todas las
bendiciones que él promete.
Oración:
Bendito y amado Padre, te doy gracias por Jesucristo, tu
Hijo, quien dio su vida en la cruz para darme salvación y vida eterna. Por
favor ayúdame a reconocer su voz por encima de todas las demás voces de este
mundo, y a seguirle adonde quiera que él me guíe. En su santo nombre te lo
ruego, Amén.
¡Gracia y Paz!
Dios te Habla
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