Es curioso como muchos de nosotros solemos compararnos con
Job, a raíz de las pruebas que estamos viviendo. Lo cierto es que aunque
nuestros sufrimientos no se comparen a los de Job, nuestro comportamiento en
esos momentos de tribulación nos induce a imitar a ese hombre justo. Volteamos
a ver a Dios y lo cuestionamos con preguntas llenas de ignorancia, y lo peor de
todo es que creemos tener la razón. ¿Dónde estabas tú...? Ese es el punto.
Ninguno de nosotros podemos conocer la mente de Dios. El tiene un plan
perfecto, trazado desde la eternidad, para ti y para mí. Permitámosle que se
haga realidad en nuestras vidas; aún cuando, en ocasiones, no podamos
entenderlo.
¡Gracia y Paz!
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