¿QUIERES SER LIBRE DE LA CONTAMINACIÓN DEL PECADO?
1 Pedro 1:13-19
“Por tanto, ceñid los lomos de vuestro
entendimiento, sed sobrios, y esperad por completo en la gracia que se os
traerá cuando Jesucristo sea manifestado; como hijos obedientes, no os
conforméis a los deseos que antes teníais estando en vuestra ignorancia; sino,
como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra
manera de vivir; porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo. Y si
invocáis por Padre a aquel que sin acepción de personas juzga según la obra de
cada uno, conducíos en temor todo el tiempo de vuestra peregrinación; sabiendo
que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de
vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la
sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación”
Un informe del Departamento de Energía de los Estados
Unidos reveló que en los sitios que antes alojaban armas nucleares se han
acumulado miles de millones de libras de desperdicios nucleares. Una limpieza
en los sitios contaminados costaría más de doscientos mil millones de dólares y
se necesitarían 75 años para llevarla a cabo. Pero aun así (advierte el
informe), no se eliminaría toda la contaminación existente. Por lo tanto la
única solución sería impedir el acceso de las personas a la tierra contaminada.
Otros informes indican que situaciones similares y aun peores se están
observando alrededor de todo el mundo. Hay muchos países que están arrojando
los desperdicios nucleares en el mar. Estos desperdicios radiactivos sólidos no
pueden ser degradados o absorbidos por las aguas, por lo que el grado de
contaminación que está afectando a la Tierra, es mucho peor de lo que uno puede
imaginar, constituyendo un grave peligro para toda vida animal, vegetal o
humana en este planeta.
Hay, sin embargo, otra contaminación mucho más
destructiva que la producida por los desperdicios nucleares. Es la producida
por el pecado. En un mundo cada vez más corrupto y malvado, tenemos que estar conscientes
del daño irreparable que puede causar el pecado en el ser humano. El pecado
envenena no solamente el cuerpo sino también el alma. Jesús dijo en Mateo
10:28: “No temáis a los que matan el cuerpo, mas el alma no pueden matar; temed
más bien a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno”. Si el
pecado no se controla puede dejar una trágica huella de sufrimiento y
desolación en el ser humano que se extiende hasta la eternidad.
Mientras andamos en este mundo, naturalmente vamos a
estar en contacto con la suciedad y la corrupción, y de una manera u otra, en
mayor o menor grado nos vamos a “contaminar”. En ocasiones podemos albergar en
nuestras mentes pensamientos pecaminosos, o quizás hacer comentarios que puedan
herir, o tal vez actuar de forma contraria a lo que nos dice la Biblia. Pero
Dios, en su inmensa misericordia, ha provisto un medio para limpiarnos de esa
“contaminación”. Dice 1 Juan 1:9 que “si confesamos nuestros pecados, él es
fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad”. Es
decir, que si reconocemos nuestros pecados y los confesamos y genuinamente nos
arrepentimos, entonces la limpieza se manifiesta en nuestros corazones. No
importa cuán grande haya sido tu pecado.
El pasaje de hoy nos habla de “la sangre preciosa de
Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación”, la cual te limpia
de manera perfecta si te arrepientes y vienes a él en busca de perdón. Y para
mantenerte lo más libre posible de la contaminación del pecado que te rodea,
vive tu vida en la presencia de Dios. Lee la Biblia todos los días, medita en
sus enseñanzas, pasa tiempo en oración y pon “la mira en las cosas de arriba,
no en las de la tierra”, como nos aconseja Colosenses 3:2.
ORACIÓN:
Bendito Dios de amor y misericordia, una vez más te doy
gracias por el sacrificio de tu Hijo, cuya sangre me limpia constantemente de
todo pecado. Revélame todo aquello que no está de acuerdo a tu voluntad en mi
vida, y dame las fuerzas para rechazar todo lo que pueda contaminar mi alma y
separarme de ti. En el nombre de Jesús, Amén.
¡Gracia y Paz!
Dios te Habla
Carlos Martínez M.
Síguenos en:
No hay comentarios:
Publicar un comentario