¿Qué lugar ocupa
el dinero en tu vida?
1 Timoteo 6:9-10
"Porque los que quieren enriquecerse
caen en tentación y lazo, y en muchas codicias necias y dañosas, que hunden a
los hombres en destrucción y perdición; porque raíz de todos los males es el
amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron
traspasados de muchos dolores".
El concepto general que prevalece en la sociedad en que
vivimos es que valemos de acuerdo a las posesiones y el dinero que tengamos
acumulados. Y siguiendo ese concepto, la mayoría de las personas se enfrascan
en una loca carrera en busca de lo que llaman “tranquilidad económica”, pero
lamentablemente, lejos de obtener el resultado anhelado, muchos han conseguido
el fracaso y el sufrimiento, y en muchas ocasiones hasta la muerte. La
tentación de amar el dinero es sumamente fuerte. El mundo está saturado de un
sentimiento de avaricia y ambición por las cosas materiales, y el enemigo de
nuestras almas lo sabe muy bien. Con dinero se pueden conseguir prácticamente
todas las cosas materiales que se desean, por eso es fácil que el ser humano
llegue a sentir tanto amor por el dinero.
El pasaje de hoy nos alerta acerca de este sentimiento.
No tiene nada de malo esforzarse en el trabajo con el fin de tener un mejor
salario o luchar para tener un negocio próspero y exitoso. El problema radica
en sentir amor por el dinero. Cuando alguien ama el dinero es capaz de hacer
cualquier cosa para conseguirlo y nunca está satisfecho. Dice Eclesiastés 5:10:
“El que ama el dinero, no se saciará de dinero; y el que ama el mucho tener, no
sacará fruto. También esto es vanidad”. La codicia ha llevado a muchas personas
a cometer actos repulsivos, incluyendo el robo y el asesinato. Resultado:
desgracia y sufrimiento para muchos.
La Biblia es muy clara en cuanto al dinero. La Palabra de
Dios no dice que es necesario ser pobre para ser un buen cristiano, pero
advierte del peligro espiritual que viene con la riqueza. Cuando alguien tiene
tantos recursos económicos que puede hacer u obtener todo lo que le place,
puede llegar a sentirse como si fuera Dios, capaz de hacer cualquier cosa. Esto
es el principio de la desgracia en la vida de una persona, al igual que lo fue
en la vida de Eva y Adán cuando quisieron ser iguales a Dios. Hay muchas
personas que han llegado a la “cumbre” en el aspecto económico, sin embargo la
mayoría son personas infelices y frustradas.
La Biblia nos cuenta en Lucas capítulo 18 acerca de un
hombre que se acercó a Jesús y le preguntó qué debía hacer “para heredar la
vida eterna”. El Señor le dijo que cumpliera los mandamientos. Y el hombre le
contestó que él los había guardado desde su juventud. Entonces Jesús le dijo:
“Aún te falta una cosa: vende todo lo que tienes, y dalo a los pobres, y
tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme”. Y cuando él oyó esto, “se puso muy
triste, porque era muy rico” (Lucas 18:23). Es decir, para él sus riquezas eran
más importantes que la vida eterna.
Como cristianos no podemos permitir que el dinero ocupe
el primer lugar en nuestras vidas. Cualquier cosa que no glorifique a Dios
comienza a pervertirse y se convierte en impedimento para recibir la bendición
del cielo. Una manera de actuar que manifiesta verdadero amor a Dios es
precisamente separar una ofrenda para la obra de su Reino, cuando lo hacemos de
corazón, se cumplirá la promesa de Dios de que él abrirá las ventanas de los
cielos, y derramará sobre nosotros “bendición hasta que sobreabunde”. Es fácil
dar de lo que nos sobra, pero cuando contribuimos para la obra del Señor, con
una parte de lo que tiene valor para nosotros, estamos demostrando con hechos
el amor que hay en nuestro corazón para Aquel quien nos lo ha dado todo.
Debemos poner a Dios siempre en primer lugar, y él se
encargará de proveer para todas nuestras necesidades, según nos prometió Jesús
en Mateo 6:33: “Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas
estas cosas os serán añadidas”. Si antes que cualquier otra cosa tú buscas el
rostro del Señor cada día de tu vida, él suplirá todas las cosas que tú puedes
conseguir con dinero y otras más que son imposibles de comprar como la paz, el
gozo y la tranquilidad espiritual.
ORACIÓN:
Padre Santo, te ruego que controles mis deseos de vivir
bien y de progresar económicamente, de manera que nunca llegue a amar el
dinero. Por favor, guarda mi corazón para amarte a ti antes que a cualquier
otra cosa en esta vida. Por Cristo Jesús, Amén.
¡Gracia y Paz!
Dios te Habla
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