¿Estás dispuesto a
menguar para que Cristo crezca?
Juan 3:30
“Es necesario que él crezca, pero que yo
mengüe”
[Leer Juan 3:28-34]
Este pasaje nos muestra una declaración de Juan el
Bautista a sus discípulos cuando estos indagaron acerca de Jesús. En primer
lugar Juan deja claro ante todos que él no es el Cristo, sino que él había sido
enviado para preparar el camino para el Mesías, tal y como había declarado el
profeta Isaías más de siete siglos antes. Así leemos en Isaías 40:3: “Una voz
proclama: Preparen en el desierto un camino para el Señor; enderecen en la
estepa un sendero para nuestro Dios”. Juan les dice que “el que tiene la
esposa, es el esposo"; él es simplemente el amigo del esposo, y se goza al
oír la voz del esposo. Jesús es “el esposo”, y esta expresión es, sin duda, una
alusión a “la esposa del Cordero” (la iglesia de Cristo) mencionada en
Apocalipsis 21:9. También en Efesios 5:21-33, el apóstol Pablo dice: “Maridos,
amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí
mismo por ella”.
Habiendo establecido quien era el Cristo, Juan entonces
dice: “Es necesario que él crezca, pero que yo mengüe”. “Menguar” significa
disminuir, empequeñecer. A nadie le gusta disminuir. Esto es símbolo de
derrota, y no nos gusta ser derrotados. Sin embargo en el aspecto espiritual,
cuando nos bajamos nosotros del primer lugar y le damos el lugar de honor a
Jesucristo, es decir cuando menguamos nosotros y engrandecemos al Señor es
cuando verdaderamente obtenemos la victoria. Juan el Bautista hizo exactamente
esto. Primero él era el centro de atención, el único que bautizaba, el que
tenía discípulos. Ahora llegó el momento de dar el lugar de honor a Jesús, al
cual llamó “el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo” (Juan 1:29).
Cuando nosotros actuamos de esta manera, nuestro crecimiento espiritual no
tiene límites, “pues Dios no da el Espíritu por medida", termina diciendo
este pasaje.
Nuestro “yo” siempre se niega a retroceder o disminuir.
Esto es característico de nuestra naturaleza pecaminosa, pero cuando recibimos
a Jesucristo como Salvador personal se establece una lucha entre ese “yo” (la
carne) y el Espíritu Santo que ahora mora en nosotros. El resultado ideal de esta
batalla debe ser quitar el primer lugar al “yo” y cederlo al Señor. Esto sólo
es posible cuando menguamos más y más en nuestro orgullo, al extremo de morir a
todo lo relativo a la naturaleza carnal para que Cristo viva en nosotros y
actúe por nosotros. El apóstol Pablo entendió este principio perfectamente, y
fue capaz de crecer espiritualmente al punto que pudo decir: “Con Cristo estoy
juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí” (Gálatas 2:20).
Si quieres caminar en victoria en la vida debes renovar
tu mente conforme a los principios del reino de Dios. Tu meta debe ser que no
reine tu egoísmo personal sino el Señor Jesucristo. Mientras tu “yo” se
mantenga en primer lugar, Cristo no puede reinar en tu vida. Cuando tu “yo”
mengua, la vida de Jesús se manifiesta en ti, tu testimonio es agradable a Dios
y sus bendiciones sobreabundan en tu vida.
Comienza pidiendo a Dios que te ayude a ser humilde, que
ponga en ti el carácter de siervo que caracterizó a Jesús. Persiste en este
propósito, escudriña las Escrituras cada día en busca de sabiduría, persevera
en la oración y sirve en algún ministerio de tu iglesia, hasta que la vida de
Jesucristo se manifieste en ti de manera evidente.
ORACION:
Padre amado, yo entiendo que es necesario que yo mengüe
para que Cristo crezca en mi, pero me resulta muy difícil lograrlo. Por favor,
lléname de tu Espíritu y ayúdame a menguar para que Jesús sea el Rey y Señor de
toda mi vida. En su santo nombre te lo pido, Amén.
¡Gracia y Paz!
Dios te Habla
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