¿Sabes
por qué debemos adorar a Dios?
Romanos 12:1-2
“Así que, hermanos, os ruego por
las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo,
santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. No os conforméis a este
siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento,
para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y
perfecta".
En su carta a los Romanos, el
apóstol Pablo describe paso a paso la obra maravillosa de la gracia salvadora
de nuestro Señor Jesucristo. Primeramente expone la degeneración de la raza
humana causada por el pecado y las consecuencias de ese pecado (capítulos 1 al
3). Todo ser humano está incluido, no hay excepción. Dice Romanos 3:23: “Por
cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios”. Después Pablo
escribe acerca de la misericordia divina que justifica al pecador,
concediéndole perdón completo por medio del sacrificio de Cristo (capítulos 4
al 6). Dice Romanos 5:1-2: “Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con
Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo; por quien también tenemos entrada
por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes, y nos gloriamos en la
esperanza de la gloria de Dios”. Y Romanos 6:23 afirma que “la paga del pecado
es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro”.
Más adelante enfatiza en el poder del Espíritu Santo y su obra transformadora
en nuestras vidas, que nos capacita para vivir vidas santas como parte del plan
de Dios, con el fin de que seamos “hechos conformes a la imagen de su Hijo”
(Romanos 8:29). En resumen, los primeros once capítulos de esta carta nos
hablan de las obras de Dios en nosotros y a favor de nosotros.
El capítulo 12 empieza diciendo:
“Así que...”, es decir “Por consiguiente...”, “Considerando lo que hasta ahora
he dicho...” o "Por lo tanto, teniendo en cuenta la infinita misericordia
de Dios...", “presentad vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo,
agradable a Dios…” Podríamos decir más bien “rendid totalmente vuestros
cuerpos”. Así como en el Antiguo Testamento no se le daba ningún otro uso a la
ofrenda que se quemaba en el sacrificio, nosotros debemos entregarnos a Dios en
ese mismo espíritu de sacrificio. Cuando Pablo habla del "cuerpo", él
quiere decir todo tu ser. No se trata sólo de adorar o amar a Dios con tu
cuerpo físico, sino también "con todo tu corazón, y con toda tu alma, y
con toda tu mente”, como le dijo Jesús al intérprete de la ley en Mateo 22:37.
Adorar a Dios es amarle por
encima de todas las cosas, es agradarle en todo, es obedecerle aún en contra de
nuestra voluntad, es entregarnos a él en cuerpo y alma, no solamente los
domingos en la iglesia, sino cada día de nuestras vidas y en todas las
circunstancias que puedan presentarse. El principal propósito de todo ser
humano debe ser amar y adorar a Dios. Esto puede resultar más fácil si llegamos
al pleno convencimiento de que si su Hijo ha muerto por nosotros, entonces lo
menos que podemos hacer nosotros es vivir para él. El atleta y misionero inglés
Charles Thomas Studd dijo: “Si Jesucristo es Dios y murió por mí, ningún
sacrificio de mi parte para él puede ser demasiado grande”. Isaac Watts, uno de
los más grandes compositores de Inglaterra, escribió más de 750 himnos. Uno de
estos himnos dice lo siguiente: “Un amor tan asombroso, mi corazón demanda, mi
vida, todo mi ser”. Otro himno dice: “¡Amado Cristo!, no podré jamás pagar tu
amor; mas lo que tengo doy a ti, tu siervo soy, Señor.” ¡Qué expresiones tan
lindas de entrega total! Sin duda documentadas por el testimonio de estos fieles
siervos de Dios.
Dios nos hizo para amarnos y
bendecirnos, y para que nosotros le adoremos. El pecado afectó el plan original
de Dios, pero nosotros podemos renovar nuestro entendimiento, permitiendo que
el Espíritu Santo obre en nuestra vida. El Señor desea entablar una íntima
comunión con nosotros. Él ha tomado la iniciativa acercándose a nosotros. Tomemos
la decisión de acercarnos a él escudriñando su Palabra y pasando tiempo de
oración cada día de nuestra vida. Entonces comprobaremos cuál es su voluntad en
nuestra vida: “Buena, agradable y perfecta.” Y los maravillosos planes de Dios
se harán una realidad en nuestras vidas y en la de nuestras familias.
ORACION:
Querido Padre celestial, yo
quiero vivir la vida que tú has creado para que yo viva. Quiero que tu
propósito en mí sea una realidad. Ayúdame a vivir de manera que mi propósito
principal sea adorarte y amarte con todas mis fuerzas. En el nombre de Jesús,
Amén.
“Gracia y Paz”
Dios te Habla
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