Hechos 1:6-8
"Entonces
los que se habían reunido le preguntaron, diciendo: Señor, ¿restaurarás el
reino a Israel en este tiempo? Y les dijo: No os toca a vosotros saber los
tiempos o las sazones, que el Padre puso en su sola potestad; pero recibiréis
poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis
testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la
tierra".
“Señor,
¿restaurarás el reino de Israel en este tiempo?” ¿Qué mueve a los discípulos a
hacer esta pregunta? ¿Sería acaso el temor a lo desconocido? ¿Qué va a pasar
ahora? ¿O sería un deseo personal de autoridad? Ciertamente Jesús había demostrado
su poder venciendo la muerte. Sin duda tenía poder para liberar a Israel del
yugo del imperio romano si él quería, y devolverle la independencia y la
autodeterminación como nación. En este caso ellos estarían en una posición
privilegiada.
Jesús no responde
a la pregunta de manera directa. No dice que sí ni dice no. Solamente les dice
que los tiempos están en la potestad del Padre, y que no corresponde a ellos
conocerlos. Entonces les promete que recibirían poder al venir sobre ellos el
Espíritu Santo. E inmediatamente les dice la razón por la cual ellos recibirían
ese poder: “Me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta
lo último de la tierra”. Esta promesa del Señor se cumplió el día de
Pentecostés, donde el Espíritu Santo se manifestó con todo su poder. Dice la Biblia que “fueron todos
llenos del Espíritu Santo” (Hechos 2:4). Y desde ese momento aquellos hombres
comenzaron a predicar la palabra de Dios como nunca antes lo habían hecho, y
miles se convirtieron. Y así comenzó la iglesia de Cristo. Era necesario que
los apóstoles recibieran el poder que Jesús había prometido.
Este poder
espiritual es la fuerza divina que Dios desea expresar en y a través de
nosotros y la divina autoridad que se necesita para llevar a cabo el trabajo
que él nos ha llamado a realizar. Este poder no es solamente para predicadores,
evangelistas, o personas que trabajan en algún ministerio especial, sino que
está disponible para todo aquel que ha aceptado a Jesucristo como salvador y
que voluntariamente se rinde en sumisión y obediencia al Espíritu Santo.
Nosotros no podemos dirigir o controlar el poder del Espíritu Santo, ni podemos
obtener el poder del Espíritu Santo con el fin de usar a Dios para nuestro
propio beneficio. Todo lo contrario, experimentamos su poder cuando nos
rendimos para ser usados por él. Dios manifiesta su poder a través de nosotros
cuando caminamos en obediencia a él.
Si has aceptado
a Jesucristo como tu salvador, dentro de ti mora el Espíritu Santo. La Biblia dice que “habiendo oído
la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en
él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa” (Efesios 1:13-14).
Es decir su poder está en ti. Ahora es tu responsabilidad permitir que ese
poder se manifieste viviendo una vida agradable a Dios. El poder del Espíritu
Santo puede ser avivado (2 Timoteo 1:6), pero también puede ser apagado (1
Tesalonicenses 5:19). Cada uno de nosotros tiene la capacidad para avivar el
fuego del Espíritu Santo o para apagarlo, dependiendo de lo que hagamos o
dejemos de hacer. Dios quiere que ese fuego se mantenga vivo, pero depende de
nuestra manera de actuar que esa llama no se apague. Busca el rostro del Señor
en oración cada día, escudriña su palabra, medita en ella, obedécela, sírvele y
poco a poco el Espíritu Santo irá tomando el control de tu vida y podrás hacer
cosas que antes ni siquiera imaginabas que podrías hacer.
ORACIÓN:
Padre santo, es
mi anhelo servirte y glorificar tu nombre a través de mi testimonio. Por favor
dame sabiduría para ser obediente a tu Palabra. Manifiesta tu poder en mi vida y
la unción de tu Espíritu para tener la capacidad de llevar adelante tu obra en
este mundo. En el nombre de Jesús, Amén.
“Gracia y Paz”
Dios te Habla
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