2 Samuel 11:2-5
“Sucedió un día,
al caer la tarde, que se levantó David de su lecho y se paseaba sobre el
terrado de la casa real; y vio desde el terrado a una mujer que se estaba
bañando, la cual era muy hermosa. Envió David a preguntar por aquella mujer, y
le dijeron: Aquella es Betsabé hija de Eliam, mujer de Urías heteo. Y envió
David mensajeros, y la tomó; y vino a él, y él durmió con ella. Luego ella se
purificó de su inmundicia, y se volvió a su casa. Y concibió la mujer, y envió
a hacerlo saber a David, diciendo: Estoy encinta”.
Cuenta este
pasaje que a David le gusto tanto Betsabé que la quiso para él, y como tenía el
poder para hacerlo dio rienda suelta a sus deseos. Pero dice la Biblia que “esto que David
había hecho, fue desagradable ante los ojos de Jehová” (2 Samuel 11:27). Y el
niño que había engendrado con esta mujer enfermó gravemente y murió. Y el rey
David sufrió mucho a consecuencia de su pecado.
Los ojos son la
puerta por la que entran en nuestras vidas imágenes que más tarde pueden
convertirse en tentaciones, las cuales el enemigo usa para hacernos caer en
pecado. Así sucedió en el huerto del Edén. Eva “vio que el árbol era bueno para
comer, y que era agradable a los ojos, y árbol codiciable para alcanzar la
sabiduría; y tomó de su fruto, y comió; y dio también a su marido, el cual
comió así como ella” (Génesis 3:6). Como consecuencia de su pecado, ambos
perdieron su comunión con Dios y fueron echados del huerto.
Sin duda alguna
hay una conexión directa entre los ojos y el sexo. De esta manera lo expresó
Jesús en el Sermón del monte: “Oísteis que fue dicho: No cometerás adulterio.
Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya
adulteró con ella en su corazón. Por tanto, si tu ojo derecho te es ocasión de
caer, sácalo, y échalo de ti; pues mejor te es que se pierda uno de tus
miembros, y no que todo tu cuerpo sea echado al infierno” (Mateo 5:27-29). En
sentido general, las tentaciones tienden a seguir un patrón similar: El ojo ve, la mente desea y la voluntad actúa.
Es cierto que muchas veces no podemos evitar “ver” algo que pudiese ser “muy
atractivo”. Pero el problema comienza cuando nos quedamos contemplando ese
“algo”. Esto fue lo que sucedió a David cuando “vio” desnuda a Betsabé. Se
detuvo demasiado tiempo en admirarla, su mente le indicó que era “muy hermosa”,
y su corazón se llenó de deseos lujuriosos. Entonces cayó en pecado y después
vinieron las consecuencias.
Si estamos
concientes de la relación entre los ojos y las tentaciones, y mantenemos esa
puerta cerrada mantendremos al enemigo fuera de nuestras vidas. Pero si nos
descuidamos y la dejamos abierta, entonces el diablo tendrá fácil acceso a
nuestras mentes y nuestros corazones y seremos vulnerables a sus ataques. Job,
en medio de grandes sufrimientos y ante las sugerencias de parte de sus amigos
de que podrían deberse a pecados que él hubiese cometido, declaró su absoluta
integridad diciendo: “Hice pacto con mis ojos; ¿cómo, pues, había yo de mirar
con deseo a una virgen?” (Job 31:1).
Este pacto es un
compromiso delante de Dios de que nuestros ojos nunca se detendrán a contemplar
lujuriosamente a una mujer (o a un hombre). Este pacto tiene un enorme poder
protector contra las tentaciones y los ataques del enemigo. ¿Quisieras tú
hacerlo en este momento y comprometerte delante del Señor a honrarlo cada día
de tu vida?
ORACIÓN:
Padre santo, delante de tu presencia hago pacto con
mis ojos. Te ruego fortalezcas mi espíritu para que yo permanezca fiel a mi
compromiso y pueda apartar la mirada de todo aquello que no glorifique tu
nombre. Te lo pido en el nombre de Jesús, Amén.
“Gracia y Paz”
Dios te Habla
No hay comentarios:
Publicar un comentario