¿Eres miembro de una iglesia? Quizás no lo veas necesario. Eso de ser
miembro de una iglesia no suena muy espiritual ¿verdad?, Suena más bien a
papeleo, a burocracia, justo lo que no necesitamos en la iglesia. Y hay cada
vez más iglesias que no tienen una membresía formal, oficial; los creyentes que
asisten a la iglesia son la gente de la iglesia y ya está. Y no pocos creyentes
preguntan: “¿Dónde dice la
Biblia que hay que ser miembro de una iglesia?”
Normalmente la pregunta es retórica; no se espera una respuesta – ya se
sabe que la Biblia
no dice en ninguna parte que haya que ser miembro de una iglesia ¿verdad?, Pero…
¿es así? Es cierto que no hay ningún versículo de la Biblia que diga: “Hay que
ser miembro de una iglesia”. Pero yo sí creo que la Biblia enseña que todo
creyente debería ser miembro de una iglesia local. ¿Dónde lo enseña? Pues, aquí
van siete argumentos basados en cosas que dice la Biblia sobre el creyente y
la iglesia local:
1. Miembros del cuerpo de Cristo
En 1 Corintios 12 el apóstol Pablo compara a las personas que constituyen
una iglesia local con los miembros del cuerpo humano: “Así como el cuerpo es
uno, y tiene muchos miembros, pero todos los miembros del cuerpo, siendo
muchos, son un solo cuerpo, así también Cristo” (v.12). La comparación ocupa
buena parte del capítulo, y llega a una conclusión en el versículo 27:
“Vosotros, pues, sois el cuerpo de Cristo, y miembros cada uno en particular”.
Aunque esto se pueda debatir, parece ser que en el contexto se está hablando de
la iglesia local más que de la
Iglesia universal.
Soy consciente de que la palabra “miembros” en este pasaje viene de la
comparación con el cuerpo humano, y que por lo tanto se puede considerar
metafórica cuando se aplica a la iglesia. No obstante, para que la comparación
sea válida tiene que haber algo en la iglesia que corresponda a los miembros
del cuerpo humano, y no parece que haya ninguna buena razón por la que este
texto no pueda servir de punto de partida para una teología neo testamentaria
de la membresía de la iglesia local.
2. La
multitud de nombres
Después de la ascensión de nuestro Señor, leemos que “en aquellos días
Pedro se levantó en medio de los hermanos (y los reunidos eran como ciento
veinte en número), y dijo…” (Hechos 1:15), y a continuación el apóstol Pedro
propone a los hermanos la elección de un sucesor de Judas Iscariote.
Ahora, lo que en este pasaje bíblico atañe a nuestro tema es un detalle
interesante – y yo diría bastante significativo – en lo que viene entre
paréntesis en el versículo 15. Una traducción literal de las palabras entre
paréntesis sería algo así: “Y la multitud de nombres era, en total, sobre
ciento veinte”. ¿Por qué “la multitud de nombres”? Si bien, como apuntan
algunos comentaristas, no es el único caso del uso de la palabra “nombres” para
“personas”, el lenguaje aquí se parece bastante al del libro de Números, cuando
se habla de los censos que hubo en aquel entonces – “la cuenta de los nombres”
(Números 1:2); “conforme al número de sus nombres” (Números 3:43); “la cuenta
de los nombres” (Números 26:53); etc. Parece al menos una posibilidad razonable
que Hechos 1:15 implique la existencia de algún tipo de registro de los
primeros cristianos, y que se hubiese contado el número de los nombres que
aparecían en ese registro. Si fuera así, sería otro indicio, muy temprano, del
concepto de una reconocida membresía de la iglesia.
3. Añadidos a la iglesia
En el siguiente capítulo de Hechos de los Apóstoles, el capítulo 2, se nos
dice que los nuevos creyentes fueron “añadidos a la iglesia”: “Se añadieron
aquel día como tres mil personas” (v. 41); “Y el Señor añadía cada día a la
iglesia los que habían de ser salvos” (v. 47b).
¿Qué significa ser “añadido a la iglesia”? Es cierto que podría ser una
referencia a la Iglesia
universal – cuando alguien llega a ser creyente, cuando se convierte, pasa a
formar parte de esa Iglesia universal, el pueblo de Dios. Pero, ¿acaso no
sugiere el contexto de Hechos 2 la iglesia local? Si se considera el bautismo
en agua una ordenanza de la iglesia local, ¿no parece más natural, al leer:
“Fueron bautizados; y se añadieron…” (v. 41), aplicar ambos verbos al ámbito de
la iglesia local? Tal vez el lenguaje aquí nos ayude a definir la distinción
(bastante importante) entre asistir a una iglesia y pertenecer a una iglesia.
4. Unidos a la iglesia
Todavía en el contexto de la
Iglesia cristiana primitiva, leemos en Hechos 5:13: “De los
demás, ninguno se atrevía a juntarse con ellos…”. En cambio, no mucho tiempo
después, Saulo de Tarso, recién convertido, “trataba de juntarse con los
discípulos” (Hechos 9:26a).
En ambos textos la palabra griega para “juntarse” es la misma palabra que
se usa en el contexto de la unión matrimonial: “Por esto el hombre dejará padre
y madre, y se unirá a su mujer…” (Mateo 19:5). Entonces, aplicada luego esa
misma palabra a la unión y la comunión espiritual entre los creyentes, no
parece que la idea sea la de juntarse en una simple reunión, como cuando nos
juntamos con nuestros amigos, sino más bien la de juntarse en un vínculo más
fuerte y permanente, como cuando se juntan dos piezas de una misma cosa con
pegamento. De hecho, ¡nuestra palabra “cola” (de pegar con cola) parece estar
relacionada con la palabra griega en cuestión! Otra vez, es la diferencia entre
ir a la iglesia y ser de la iglesia.
5. Elecciones en la iglesia
De este pasaje surgen las siguientes preguntas, todas ellas relacionadas
con el tema de la membresía de la iglesia: (1) ¿A quiénes se dirigieron los
doce apóstoles cuando surgió este problema?; (2) ¿Quiénes podían participar en
la búsqueda de los siete varones; (3) ¿Quiénes podían ser propuestos y
nombrados para el trabajo en cuestión?; y (4) ¿Quiénes eligieron a los siete
encargados de la distribución diaria? El pasaje sugiere una misma respuesta a
las cuatro preguntas: “los discípulos”. A la hora de solucionar problemas, de
tomar decisiones, de nombrar y elegir responsables, etc., tenía que haber un
reconocimiento claro de las personas que podían participar en todo ello. ¿Cómo
se distinguía entre las personas reconocidas como creyentes o discípulos y las
personas que estaban con ellos pero que todavía no habían dado ninguna
evidencia de haberse convertido? No hace falta que insistamos en la palabra
“membresía”, pero el concepto parece necesario para este tipo de
circunstancias. Hechos 15 (el concilio de Jerusalén) es otro caso parecido:
“Pareció bien a los apóstoles y a los ancianos, con toda la iglesia, elegir de
entre ellos varones…” (v. 22).
No creo que sea difícil ver la necesidad hoy también de que se tenga claro
quiénes pueden y quiénes no deben participar en toda una serie de actividades y
responsabilidades en la iglesia local. La alternativa (que algunos han vivido)
es el caos de hacer todo en las reuniones públicas, en las que cualquier
persona, aunque no sea creyente, tiene voz y voto, con las (a veces) nefastas
consecuencias para la causa del evangelio.
6. Los pastores y sus ovejas
En Hechos 20 (vv. 17 y ss.) tenemos el discurso del apóstol Pablo a los
ancianos de la iglesia de Éfeso. En el versículo 28 leemos: “Mirad por
vosotros, y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto por
obispos, para apacentar la iglesia del Señor…”. Una de las lecciones de este
pasaje parece ser que los ancianos, los obispos y los pastores eran – y son –
según el Nuevo Testamento, las mismas personas (aunque luego se puedan hacer
matizaciones, basadas en algunos textos bíblicos). Pero otra lección, y una que
tiene que ver con el tema que aquí nos ocupa, es que los líderes espirituales
de las iglesias locales han sido puestos por el Espíritu Santo en el rebaño del
Señor para que miren por las ovejas. Es decir, tienen una serie de
responsabilidades, y tienen derecho a contar con una serie de actitudes, etc.,
de ciertas personas en particular: las personas que constituyen ese rebaño del
Señor.
Un pastor (o anciano u obispo) no lo es de todos los habitantes de su congregación;
es pastor de las ovejas del Señor de una iglesia local en particular. Pero
¿quiénes son esas ovejas? ¿Son todas las personas que asistan a la iglesia?
¿Son todos los creyentes que asistan a la iglesia? Por supuesto, un pastor
querrá ayudar y servir a todas las personas que pueda; pero, ¿quién no sabe que
hay incluso creyentes que no quieren ser pastoreados por nadie? No, este texto
y la existencia de pastores (bajo el Señor, por supuesto) y ovejas también
apuntan a la necesidad de un reconocimiento claro de quiénes son los que forman
la iglesia local – es decir, de una membresía de la iglesia local.
7. Problemas en la familia
La palabra “iglesia” sólo se encuentra dos veces en los cuatro Evangelios:
en Mateo 16:18 y en Mateo 18:17. El contexto de la segunda de estas dos
referencias es el de la disciplina que tiene que haber en toda iglesia local:
“Si tu hermano peca…”. El Señor Jesucristo dice cuáles son los pasos que se
deben dar en aquellos casos que requieran esa disciplina. El tercer paso es:
“Si no los oyere a ellos, dilo a la iglesia” (v. 17).
Cuando dice el Señor aquí: “la iglesia”, ¿a qué se refiere? ¿A quiénes hay
que decirlo? ¿A qué personas hay que informar de cualquier caso que requiera
disciplina? No parece muy apropiado anunciar a todos los presentes en una
reunión pública los detalles de un pecado que se ha cometido, ¿verdad? Unos
creyentes que estén visitando la iglesia ese día no tienen por qué enterarse de
todos los problemas de la familia, ¡y menos aun las personas que ni siquiera
son creyentes! Entonces, ¿cómo se hace? ¿Cuál es el foro apropiado para tratar
ese tipo de situaciones? Parece difícil dar una respuesta convincente si no se
cree en la membresía de la iglesia. En cambio, si existe esa membresía, nada
más natural que tratar problemas de la familia en el seno de la familia que
debe ser cada iglesia local.
El apóstol Pablo secunda la enseñanza del Señor sobre este tema en 1
Corintios 5 (entre otros pasajes), donde, en el contexto de un caso de
inmoralidad, pregunta a los creyentes en Corinto: “¿No juzgáis vosotros a los
que están dentro?” (v. 12). Y añade: “Porque a los que están fuera, Dios
juzgará” (v. 13). Parece más natural entender las palabras “dentro” y “fuera”
aquí no en el sentido físico – cualquier persona podría estar dentro de la
iglesia físicamente – sino en el sentido de pertenecer a la iglesia, de ser
miembro de la iglesia. Y, además, ¿cómo se puede practicar (cuando sea
necesario) la excomunión – este pasaje en 1 Corintios 5 trata ese tema – si no
hay una membresía de la iglesia?
Conclusión
Aunque a primera vista parezca bíblico, y hasta suene espiritual, afirmar
que el tener una membresía de la iglesia no es algo establecido por Dios, sino
algo impuesto por los hombres, creo que una reflexión seria sobre el tema
llevará a la conclusión de que el tener esa membresía de la iglesia es
necesario, bueno y bíblico. No se puede basar la teología cristiana en textos
aislados: hay que profundizar en la enseñanza bíblica. Sin duda, ¡esto requiere
más trabajo! Y hemos visto que lo que enseña la Biblia sobre el tema de
este artículo es: (1) Que los creyentes de una misma iglesia local han de ser
“miembros” los unos de los otros; (2) Que hay algunos indicios de una membresía
en la iglesia primitiva; (3) Que los primeros cristianos no solo asistían a la
iglesia; pertenecían a la iglesia; (4) Que en el Nuevo Testamento “juntarse” no
significaba tanto estar con…, sino más bien ser de…; (5) Que la necesidad de
tomar decisiones (a veces muy importantes), y de proponer, nombrar, elegir, ser
elegido, etc., requiere un reconocimiento claro de quiénes tienen voz y voto;
(6) Que los pastores necesitan saber con qué ovejas cuentan; y (7) Que existen
problemas que son de la familia y por lo tanto hay que saber quiénes son de la
familia y quiénes no.
Una de las características de nuestros tiempos es la falta de compromiso,
¿verdad? Es así en todos los ámbitos de la vida. Pues, una iglesia cristiana
difícilmente puede ser lo que el Señor quiere que sea sin que haya creyentes
comprometidos – con el Señor y con su causa – o sea, ¡verdaderos miembros de iglesia!
“No hay lugar en la Biblia
que diga que podemos tener a Cristo como cabeza sin su cuerpo. [La iglesia] no
adora a un Jesús decapitado”.
El congregarse en una iglesia local siempre nos ayudará a cumplir con una
serie de cosas realmente importantes. La membresía en una iglesia local es
importante porque:
1. Nos identifica con Cristo.
2. Nos distingue del mundo.
3. Nos guía a una vida de justicia de acuerdo a la justicia de Cristo tanto
a nivel personal como comunitario.
4. Damos testimonio a los no creyentes.
5. Glorifica a Dios y nos permite disfrutar de su gloria.
6. Nos identifica con el pueblo de Dios.
7. Nos ayuda a vivir la vida cristiana gracias a que podemos rendir cuentas
unos con otros como hermanos en la fe.
8. Nos hace ser responsable de creyentes específicos (personas concretas).
9. Nos protege del mundo, de la carne y del diablo.
“Gracia y Paz”
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