Mateo 4:18-22
“Andando Jesús
junto al mar de Galilea, vio a dos hermanos, Simón, llamado Pedro, y Andrés su
hermano, que echaban la red en el mar; porque eran pescadores. Y les dijo:
Venid en pos de mí, y os haré pescadores de hombres. Ellos entonces, dejando al
instante las redes, le siguieron. Pasando de allí, vio a otros dos hermanos,
Jacobo hijo de Zebedeo, y Juan su hermano, en la barca con Zebedeo su padre,
que remendaban sus redes; y los llamó. Y ellos, dejando al instante la barca y
a su padre, le siguieron”.
Lucas 5:27-28
“Después de
estas cosas salió, y vio a un publicano llamado Leví, sentado al banco de los
tributos públicos, y le dijo: Sígueme. Y dejándolo todo, se levantó y le siguió”.
Cuando Jesús
llamó a sus discípulos para que se unieran a su ministerio, ellos
inmediatamente lo dejaron todo y le siguieron. En el primer pasaje, Mateo nos
cuenta que Simón Pedro y su hermano Andrés, que eran pescadores, “dejando al
instante las redes, le siguieron” De igual manera Juan y Jacobo, hijos de
Zebedeo, “dejando al instante la barca y a su padre, le siguieron”. Después,
Lucas nos habla de un cobrador de impuestos llamado Leví, al cual Jesús
simplemente le dijo: “Sígueme”. Y este hombre, “dejándolo todo, se levantó y le
siguió”. Cuando ellos escucharon la invitación del Maestro, debieron haber
sentido algo muy fuerte en sus corazones que los movió a dejar todo lo que
tenían y seguir a aquel hombre que no les ofrecía beneficios económicos, ni
comodidades, ni bienes materiales, sino solamente sacrificios y dedicación a su
causa. ¡Qué impactante debió haber sido la voz del Señor! Sin duda una mezcla
divina de una autoridad irresistible y un amor verdaderamente imposible de
describir.
Ellos no
solamente debían tomar la decisión de dejar los bienes materiales, sus medios
de sustento, sus trabajos y hasta sus familias por seguir a Jesús, sino que
también debían considerar los peligros a los que se expondrían por su causa.
Recientemente habían conocido la suerte que corrió Juan el Bautista, quien
había sido encarcelado (Marcos 1:14), para posteriormente morir decapitado en
manos de sus captores. Así es que bien sabían ellos que estaban arriesgando sus
vidas al responder el divino llamado. Y aun así, ellos decidieron seguir al
Señor. Ciertamente Jesús no les brindó un jardín de rosas, pero les ofreció
algo mucho más profundo y trascendental: su paz inefable y la seguridad de su
protección, su ayuda, su consuelo y su provisión en los momentos difíciles que
encontrarían en sus vidas. Así dijo Jesús a sus discípulos: “Estas cosas os he
hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero
confiad, yo he vencido al mundo” (Juan 16:33).
Más adelante la Biblia nos cuenta que un
joven rico se acercó a Jesús, interesado en saber qué debía hacer para heredar
la vida eterna, pero después de conversar con el Señor salió triste y
decepcionado (Marcos 10:17-22). Al ver esto, los discípulos se asombraron y se
preguntaban: “¿Quién, pues, podrá ser salvo?” Entonces Jesús les dijo: “Para
los hombres es imposible, mas para Dios, no; porque todas las cosas son
posibles para Dios”. Entonces Pedro le dijo: “He aquí, nosotros lo hemos dejado
todo, y te hemos seguido”. Al escuchar esto, el Señor dijo una preciosa promesa
para aquellos discípulos, la cual ha permanecido vigente a través de los siglos
hasta nuestros tiempos, para todos aquellos, que habiendo escuchado su llamado
han tomado la decisión de dejarlo todo para seguirlo: “De cierto os digo que no
hay ninguno que haya dejado casa, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o
mujer, o hijos, o tierras, por causa de mí y del evangelio, que no reciba cien
veces más ahora en este tiempo; casas, hermanos, hermanas, madres, hijos, y
tierras, con persecuciones; y en el siglo venidero la vida eterna” (Marcos
10:29-30).
¿Puedes escuchar
la voz de Jesús invitándote a dejarlo todo y seguirlo? Lee de nuevo esta
promesa del Señor y reflexiona en ella. Ahora, ¿sientes en tu corazón el deseo
de seguir al Maestro y servirle por el resto de tu vida? ¿Lo dejarías todo por
seguir a Jesús?
ORACIÓN:
Padre amado,
gracias por la oportunidad que me brindas de servirte, formando parte del plan
que tú tienes para la salvación de este mundo. Te ruego me ayudes a ponerte en
primer lugar en mi vida, y dejar todo lo demás para seguir a tu Hijo
Jesucristo. En su santo nombre te lo pido, Amén.
“Gracia y Paz”
Dios te Habla
Le invito a que visite la
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