Salmo 5:1-3
“Escucha, oh
Jehová, mis palabras; considera mi gemir. Está atento a la voz de mi clamor,
Rey mío y Dios mío, porque a ti oraré. Oh Jehová, de mañana oirás mi voz; de
mañana me presentaré delante de ti, y esperaré”
Muchas veces,
los creyentes creemos que estamos muy bien, que nuestra relación con Dios es
excelente, pero quizás no estemos disfrutando al máximo de una íntima comunión
con el Señor ni estemos totalmente concientes de lo que estamos haciendo en el
aspecto espiritual, aunque pensemos que estamos tratando de progresar en esta
área.
Una pequeña
historia cuenta que un hombre estaba dragando, o sea sacando lodo del fondo del
mar usando una maquinaria instalada en su bote. Poco a poco el bote se iba
llenando con el fango sacado del fondo, y llegó un momento en que el lodo se
deslizaba y caía al agua por el lado contrario al que este hombre estaba
dragando. Pero aún así él seguía extrayendo más y más lodo de manera
automática. Mucho esfuerzo y muy poco provecho. Y el operador seguía dragando
sin pensar.
Este hombre
estaba sacando fango del fondo del mar con el fin de limpiarlo. Se suponía que
cada vez que el bote estuviese lleno, él lo llevara a algún lugar para botar el
fango y una vez vacío el bote regresara a continuar dragando más fango del
fondo. Sin embargo, él llevaba a cabo esta operación sin pensar, como una
rutina inconciente, como algo que tenía que hacer y simplemente lo hacía mecánicamente
sin darse cuenta que mientras sacaba fango por un lado, por el otro lado el
fango volvía a caer al mar, haciendo inútiles sus esfuerzos.
Los cristianos
corremos el peligro de caer en una vida espiritual mecánica, haciendo las cosas
como una rutina, en lugar de buscar cada día al Señor, de una manera conciente,
dinámica, con expectativa, esperando algo nuevo de él. ¡Cuántas cosas preciosas
que el Señor quiere que disfrutemos nos perdemos cada día! Por eso muchas veces
debemos hacer un alto, y entregarnos de lleno a buscar una íntima comunión con
el Señor. Lamentaciones 3:23 dice que las misericordias de Dios son nuevas cada
mañana. Por eso al levantarnos en la mañana debemos dar gracias a Dios por el
nuevo día y entregarnos a un tiempo de genuina adoración y lectura de la Palabra. David
solía levantarse muy temprano a tener un tiempo de comunión con el Señor. En el
Salmo 63:1 escribió: “Dios, Dios mío eres tú; de madrugada te buscaré; mi alma
tiene sed de ti, mi carne te anhela”. Y en el pasaje de hoy, él se compromete a
presentarse ante el Señor cada mañana. También el profeta Isaías expresó este
mismo anhelo al escribir: “Con mi alma te he deseado en la noche, y en tanto
que me dure el espíritu dentro de mí, madrugaré a buscarte” (Isaías 26:9).
Esta actitud
refleja el deseo profundo de la presencia de Dios, el hambre y la sed de su
compañía y el anhelo ferviente de crecer en intimidad con él. No significa ir
al Señor cargados con peticiones para que él supla nuestras necesidades.
Buscarle con fervor puede incluir necesidades y peticiones, pero la verdadera
búsqueda va mucho más allá. Significa desarrollar una relación íntima en la que
el foco principal no sea solamente suplir nuestras necesidades materiales, sino
disfrutar plenamente de su santa presencia. Cuando ésta es la actitud de
nuestro corazón, Dios nos promete que le hallaremos. Hallarle a él siempre
resulta en que todas nuestras necesidades, físicas, materiales, emocionales y
espirituales son suplidas. Habiendo experimentado esto, ya siendo un anciano,
David escribió el Salmo 37, y allí dice: “Deléitate asimismo en el Señor, y él
te concederá las peticiones de tu corazón”.
¿No sientes en
tu corazón ese ferviente deseo de pasar tiempo a solas con tu Padre celestial?
Entrégale a Dios en este día toda esa fría religiosidad que te ha impedido
disfrutar plenamente de su compañía y comienza a deleitarte en él. Hazte el
firme propósito de buscar el rostro del Señor cada día, y pasar un tiempo de
comunión con él. Hazlo con fervor, con expectativa, con ansias en tu corazón de
disfrutar de su presencia, sabiendo que “en su presencia hay plenitud de gozo”,
dice el Salmo 16:11. Entonces experimentarás durante todo el día la paz y el
gozo del Señor.
ORACIÓN:
Padre santo, yo
anhelo vivir en constante comunión contigo. Ayúdame a levantarme cada día con
una clara conciencia de tu presencia en mi vida y un corazón dispuesto a
adorarte como sólo tú mereces. En el nombre de Jesús, Amén.
“Gracia y Paz”
Dios te Habla
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