Romanos 8:28-29
"Y sabemos que a los que
aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a
su propósito son llamados. Porque a los que antes conoció, también los
predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él
sea el primogénito entre muchos hermanos".
Cuando Dios creó el mundo hace
miles de años, primeramente hizo los cielos, los mares, la tierra, el sol, la
luna, las estrellas (Génesis capítulo 1). Después hizo los árboles, y todo tipo
de animales. Finalmente hizo al hombre, y decidió hacerlo a su imagen y
semejanza pues de esta manera podría vivir en comunión con él, lo cual era su
propósito fundamental. En Génesis 1:26 leemos: “Entonces dijo Dios: Hagamos al
hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza..." Por cierto, la
palabra hebrea que se usa aquí para definir a Dios es “Elohim”. Esta palabra
está en plural, por lo que vemos claramente implícita la Trinidad (Padre, Hijo y
Espíritu Santo) exponiendo el plan divino en relación al hombre.
A pesar de que la desobediencia
de Adán y Eva trajo como consecuencia la separación del hombre de su Creador,
el propósito fundamental de Dios en nuestras vidas continúa siendo hacernos
“conformes a la imagen de su Hijo”, según nos dice el pasaje de hoy. Cuando recibimos
a Jesucristo como nuestro Salvador, él hace su morada en nuestro corazón en la
forma del Espíritu Santo. Eso significa que cuando Dios el Padre nos mira, ve
en nosotros la presencia de su Hijo. Pero hay muchas cosas en nuestras vidas
que se oponen a esta imagen de Cristo en nosotros. Por lo tanto, a medida que
crecemos en nuestra relación con Dios, el Espíritu Santo obra para quitar esas
barreras que impiden nuestra intimidad con el Señor. Mientras se lleva a cabo
este proceso, cada uno de nosotros puede ser llamado “una obra en
construcción”.
Somos el proyecto principal de
Dios. Este proceso se parece mucho al arte de esculpir. Cuando Miguel Ángel
comenzó a esculpir su famosa estatua de David, eligió un pedazo de roca que
había sido desechada. Más tarde, cuando le preguntaron cómo se las había
ingeniado para producir esa obra maestra a partir de ese tosco pedazo de
piedra, el artista respondió: “Yo no esculpí a David. Lo que hice fue ver a
David en ese pedazo de roca y, usando mis herramientas, simplemente dejé que
saliera”. Esto es lo que Dios está haciendo en nuestras vidas. Cuando él nos
mira, ve a su Hijo Jesucristo. Luego, usa sus herramientas, es decir: las
circunstancias, nuestros familiares, amigos, otras personas alrededor nuestro,
las dificultades, los fracasos y los sufrimientos para quitar lo que está
sobrando y “dejar salir" a Jesús. Piensa por un momento: ¿No te parece
maravilloso que el Dios creador del universo vea en ti la imagen de su Hijo
amado? ¿No sientes el deseo en tu corazón de hacer todo lo que esté a tu
alcance por no ser un obstáculo en la transformación que se está desarrollando
en tu vida?
¿Y cuál es mi parte en este
proceso? Permanecer como aquel pedazo de roca de Miguel Ángel, sumiso,
permitiendo que la obra del Maestro se lleve a cabo, sin interrumpirla. ¡Pero
yo no soy una roca, yo tengo sentimientos! Cierto, pero si hacemos cada día el
esfuerzo de rendirnos totalmente a Dios y someternos a su voluntad llegaremos
al punto que en lugar de interrumpir sus planes nos uniremos a ellos y su obra
se irá perfeccionando.
Gloria a Dios que tenemos la
seguridad de “que el que comenzó en nosotros la buena obra, la perfeccionará
hasta el día de Jesucristo” (Filipenses 1:6). Pero nuestra disposición a
aceptar la voluntad de Dios determinará el tiempo que durará el proceso. Busca
su rostro día tras día, escudriña su palabra, entrega a él esas áreas
problemáticas de tu vida, y su Santo Espíritu continuará en ti su obra de
perfeccionamiento.
ORACIÓN:
Padre santo, revélame esas áreas
de mi vida que resultan un obstáculo para que tus propósitos se lleven a cabo
en mí. Quiero someterlas a ti, para que tú las quites de mi vida y se haga
visible el Cristo que vive en mí. En el nombre de Jesús, Amén.
“Gracia y Paz”
Dios te Habla
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